AGUSTÍN CATALÁN
'Progreso reflejado', de Patrick Hamilton, en Arco 2017.
Gran parte del arte contemporáneo bebe en España de la misma mentira social que ha creado la especulación
Cada año acudo a Arco porque me encanta el arte. Y me gusta mucho de lo que veo. Sin embargo, también soy muy crítica. Durante años, Arco ha sido un inmenso negocio. No pocos empresarios y políticos corruptos aprovecharon la opacidad de las cuentas de la institución para blanquear dinero. Un amigo galerista me contaba que sus mejores clientes están ahora todos imputados en la trama Gürtel. Muchos, en prisión.
Un negocio, pero no un evento prestigioso. No está, ni de lejos, a la altura de las 'big five': Art Basel, AB Miami, AB Hong Kong, Frieze y The Armory Show. Por eso, en Arco hay 35 galerías que no pagan el estand. Entre las que solo hay una española: Juana de Aizpuru. El resto pagan 250 euros por metro cuadrado. Es decir, les dejamos a los extranjeros venir gratis porque si no, no vendrían
Entre 500 y 1.000 personas, coleccionistas, directores de museo, críticos y comisarios, llegan a Madrid invitados por Arco. Con dinero público, por supuesto. De nuevo: les dejamos venir gratis porque si no no vendrían. Las 'big five' no invitan, no lo necesitan.
CRITERIOS DE MERCADO
El arte moderno se basa en criterios de mercado, que es fluctuante y artificial. Se otorgan a las obras valores artificiales: “Si cuesta tropocientos mil euros, es arte”. En un contexto capitalista el objeto no es lo importante, sino lo que puedes demostrar a través de su compra. No se diferencia arte de consumo. Lo dejó muy claro Frank Lloyd: "Si se vende, es arte".
Es complicado especular o blanquear con obra antigua porque hay muy poca. En cambio, arte contemporáneo hay mucho. Así que enseguida se crea un negocio. Se escoge primero al artista, después llega el comisario y el crítico que decide que el artista es buenísmo. A quien se manifiesta en contra, se le tacha de inculto e ignorante. Es una cuestión dogmática: o crees o no crees, como una religión.
En España la apertura de centros de arte contemporáneo se produjo a la par que la burbuja inmobiliaria
Gran parte del arte contemporáneo bebe de la misma mentira social que ha creado la especulación. Por eso en España hay tantos centros de arte contemporáneo que nacieron a la par que la burbuja inmobiliaria. Numerosos permanecen cerrados o infrautilizados, con edificios icónicos que languidecen. El MUSAC de León, el Niemeyer, La Conservera, El Centro Párraga, El Cendeac, la Cidade da Cultura… La gegografía española está plagada de contenedores que costaron miles de millones de euros de dinero público, hoy vacíos de contenido. Muestras que se alargan, compras congeladas, publicaciones inexistentes.
DESAFIAR A LA AUTORIDAD
Ramón García, director de la galería My Name's Lolita , ya demandó en su día a Arco ( el juicio aún no se ha celebrado): "El comité de selección está formado por galerías que exponen en la feria, es decir, que son a la vez jueces y parte, en una feria que se hace en suelo público y con dinero público”
En este contexto es cuando cobra sentido la famosa frase de Duchamp. "Arte es lo que cada uno decide considerar como arte”. O lo que viene siendo: Si no te gusta, puedes decirlo. Puedes desafiar a la autoridad.
Recordemos que el Reina Sofia dejó de comprar a Arco precisamente cuando se dio cuenta de que al público visitante lo que le gustaba de verdad eran los 'picassos' y los 'goyas' y no lo rabiosamente contemporáneo.
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