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domingo, 12 de noviembre de 2017

Museos Reimaginados: cómo abrirse en un mundo que se cierra



En el museo de Santa Cruz integran a la comunidad con "Lost childhood"
En el museo de Santa Cruz integran a la comunidad con "Lost childhood". Foto: David Estrada Larraneta

Se reunieron en Medellín especialistas de museosde todo el mundo para desentrañar cómo harán para adaptarse a un presente que les pide una mutación urgente

MEDELLÍN, Colombia -. Qué paradoja. Durante tres días, en jornadas de casi nueve horas, directores y profesionales de museos de Latinoamérica, Estados Unidos y también Europa y África conforman una burbuja en el Parque Explora, un complejo de naturaleza y ciencias de Medellín, para discutir justamente cómo sacar a los museos de su burbuja. En la segunda edición del Museo Reimaginado, una iniciativa del argentino Américo Castilla con la fundación Typa y el soporte de la Alianza de Museos Americanos, la cuestión no parece tanto discutir el futuro de los museos sino más bien cómo el presente los obliga a mutar para ajustarse a sus comunidades.


Tampoco son todos los museos. Esta es una cumbre de no alineados donde los tanques, las instituciones rectoras a nivel global no participan. No lo necesitarían de todos modos. ¿O sí? Veamos lo que explica Tony Butler, director ejecutivo de los museos de la región de Derby en la Inglaterra profunda. "Las últimas encuestas muestras que un 55% de la población británica visita los museos al menos una vez al año y el porcentaje ha aumentado en los últimos años. Pero al mismo tiempo la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado y en los sectores bajos la concurrencia no llega ni al 30%". Algo similar expone a LA NACION Nina Simon del Santa Cruz Museum of Art and History de California. "Los grandes museos como el MoMA o el Guggenheim pueden seguir siendo lo que fueron siempre y está muy bien. Pero si no atienden a los cambios demográficos que están sucediendo en los Estados Unidos van hacia un punto ciego.

 Esas colecciones están pensadas para una minoría blanca anglosajona, educada en la historia europea del arte y hoy mismo la mayor parte de la población de los Estados Unidos es de origen latino. ¿Qué historia les estamos contando?" Simon habla en un alto de la firma de su libro The art of relevance. Para comprarlo, los museógrafos hacen fila. "Es una rock star", dice Elaine Heumann Gurian, consultora de 80 años con 50 de experiencia en asesoría de museos y madrina del encuentro. Simon recibió el museo de Santa Cruz con 16 dólares en sus arcas y luego de darle un vuelco radical a su programa lo convirtió en un referente de la comunidad bilingüe. Pasó en seis años de tener 17 mil visitantes anuales a 80 mil y hoy maneja un presupuesto de un millón seiscientos mil. ¿Qué hizo? "Nos propusimos convertirlo en un lugar para construir comunidad. Nos interesa más conectar a las personas que darles una lección de arte e historia". No fue fácil. La alcaldesa de Santa Cruz la enfrentó: "No vengo a este museo para que me empoderen sino para ser inspirada por el arte". Su postura es clara: "Si tengo que elegir entre atraer a una persona de afuera o conformar a quienes ya están dentro de la lógica del museo y el arte no lo dudo. Elijo al de afuera". Los de afuera son los latinos, los inmigrantes mexicanos y centroamericanos. Para eso Simon convirtió el museo en una caja de resonancia de la comunidad con muestras como "Lost Childhoods", donde se recopilaron historias de los adolescentes huérfanos de la ciudad. El día de la apertura el museo recibió un llamado anónimo. "¿Por qué todo lo que se ve en el museo gira en torno a los mexicanos? Estoy orgulloso de la cultura blanca y no entiendo por qué dejaron de honrar nuestro patrimonio". Trumpamérica en miniatura.

Pero ojo, este angry caller podría estar reflejando otro síntoma. Acaso se estén creando nuevos patrones normativos que expulsen a la nueva minoría familiarizada con el museo tal como lo conocimos. La corrección política campea sobre todos los discursos y puede hacer que, en un concurso de proyectos, se beneficie la creación de un Museo Queer en Bogotá por sobre una interesantísima idea del Franklin Rawson de San Juan: entrenar a los taxistas de la ciudad para que sean agentes difusores del patrimonio del museo.


Se habla aquí en abstracto de "curadurías blandas" o "cocuradurías"; si el saber erudito de curadores e historiadores del arte debe prevalecer sobre los saberes de la comunidad o no. O si debieran alimentarse unos de otros. El salvadoreño Armando Perla, curador del Museo de los Derechos Humanos de Winnipeg en Canadá, expone un caso concreto. Durante dos años trabajó en colaboración con cooperativas de mujeres mayas de Guatemala, cuyas familias fueron diezmadas por el genocidio. Cuenta a LA NACIONque las mujeres se quejaban de que todo el tiempo eran utilizadas para documentales e investigaciones de las que nunca conocían el resultado. Perla se comprometió a que las mujeres participaran del guión de la muestra y viajaran a Canadá para ver los resultados. Del mismo modo abastecieron el gift shop con sus creaciones y tejidos. La muestra hubiera sido imposible en Guatemala y sin la dirección de Perla y la robusta economía canadiense. Está claro que, aún en estos casos, el museo ejerce un poder que tiene que ver con la posibilidad de hacer. Entregarle poderes de curaduría a la comunidad suena bienintencionado pero ciertamente demagógico.

Pero sean estos museos no alineados o aquellos que reciben hordas de turistas, la función de las instituciones está en crisis. Como dice Heumann Gurian, que gusta llamarse la "Bernie Sanders" de los museólogos. "El museo debe responder a un mundo que simplifica las cuestiones al nivel más básico y expulsa a las personas. Es un ámbito donde uno se reúne con extraños para participar de una experiencia común y eso es justamente lo que el poder amparado en los riesgos del terrorismo trata de evitar. Hacerlos más accesibles, en la forma que sea, es luchar contra el clima político que respiramos".


Andrea Bandelli es el director de la Science Gallery de Dublin. Trabaja con los jóvenes en el linde entre arte, ciencia y tecnología. Dice que afrontamos el desafío de "entender y manejar tecnologías del siglo XXI con una mentalidad del siglo XX e instituciones ancladas en el siglo XIX". Trabaja fuera de los parámetros museísticos con experiencias que buscan reemplazar el paradigma de "interactivo" por "participatorio". Cita algunos ejemplos de cocreación con los visitantes a la Science Gallery. Con muestras de sus bacterias elaboran quesos desarrollados por un artista y un videohacker. El segundo es todavía más inquietante. Obtienen rostros de las visitas a partir del ADN disuelto en chicles y colillas de cigarrillos.

Parece la respuesta a los interrogantes que se plantea Germán Rey, investigador en comunicación y cultura de la Universidad Javeriana de Bogotá. "Las estadísticas de consumo cultural de museos en Latinoamérica son muy bajas por eso es necesario reimaginarlos. ¿Qué significan hoy los museos frente a los flâneurs que admiran vidrieras en un shopping? ¿O frente a los skaters que utilizan las escalinatas del Macba en Barcelona? Reimaginar no tiene que ver con la dicotomía entre quienes entran y no al museo sino con el entramado de deseos en la comunidad. Hay que reimaginar a sus públicos y su participación".

¿Pero qué significa, en museos de arte tradicionales, que el público participe más? En su última visita a Buenos Aires, el filósofo Jacques Rancière razonaba amargamente: "Los museos están desesperados por atraer gente y la obligan todo el tiempo a hacer cosas y participar. ¿Por qué no respetar la decisión de alguien que simplemente necesita tiempo y silencio para quedar inmerso en una obra maestra?".

Pero a Medellín no se ha venido a hablar de grandes colecciones y cómo conservarlas. Ni de arquitectos top y sus nuevos templos posmodernos.Todo aquí es caliente y urgente. ¿Se mueren los museos si no se reimaginan? Después de haber escuchado horas de exposición, cierra Castilla: "Quizás no, pero nos estaríamos perdiendo una gran oportunidad de hacer instituciones más democráticas y justas para la comunidad. El mundo, tal como está, las está necesitando".
Maratón

La segunda edición de El Museo ReImaginado se llevó a cabo durante 3 días. Asistieron más de 600 profesionales para escuchar a 57 oradores de Latinoamérica, Estados Unidos,Inglaterra, Gales, Irlanday Sudáfrica

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