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sábado, 11 de agosto de 2018

Homosexualidad, adulterio, masturbación... El sexo en el arte de la Edad Media

El libro «Arte y sexualidad en los siglos del románico» ha reunido los estudios y teorías de siete investigadores en torno al significado de las imágenes románicas con una fuerte carga sexual

El libro «Arte y sexualidad en los siglos del románico» ha reunido los estudios y teorías de siete investigadores en torno al significado de las imágenes románicas con una fuerte carga sexual


El libro «Arte y sexualidad en los siglos del románico» ha reunido los estudios y teorías de siete reconocidos investigadores en torno al significado de las imágenes románicas con una fuerte carga sexual que aparecen en capiteles, canecillos, aleros y pilas bautismales.
La publicación, editada por la Fundación Santa María la Real, trata de dar una explicación coherente desde el punto de vista religioso y desde el acercamiento a la sociedad medieval en la que fueron creadas, según ha informado en un comunicado la entidad ubicada en Aguilar de Campoo (Palencia).
Asimismo, pretende servir para «avanzar en el conocimiento e interpretación de una temática tan sorprendente como cautivadora», ha explicado el historiador y coordinador de la publicación Pedro Luis Huerta. Para ello los tres primeros capítulos estudian la conducta sexual bajo el prisma del ordenamiento jurídico, la moral eclesiástica y la teoría médica.
Así, Iñaki Bazán aborda el concepto de sexualidad transgresora, con especial atención al adulterio, perseguido y castigado tanto desde el plano moral (pecado) como judicial (delito). Por su parte, Miguel Carlos Vivancos realiza una sistematización de las penas y castigos que se aplicaban para espiar los pecados de la carne, siguiendo los libros penitenciales de algunos monasterios medievales hispanos.
En sus investigaciones se puede ver cómo el aborto y el infanticidiono eran considerados como «pecados sexuales», sino que se equiparaban al «homicidio» y llegaban a castigarse con penas de muerte, reducidas después a excomunión o penitencia.
Los penitenciales trataban de regular, igualmente, el uso de «bebedizos» por parte de clérigos para «cumplir con el voto de castidad» o conductas como el adulterio, el incesto, la fornicación, el bestialismo, la masturbación o el lesbianismo que, por lo general, «se condenaba con menor severidad que la homosexualidad masculina».
Algo similar ocurría con la medicina, que solía ser más permisiva con las mujeres que con los hombres, según expone Paloma Moral, que analiza la estrecha relación entre medicina y religión, que sirvió para ahondar y paliar los problemas que podía ocasionar la castidad en la salud de los hombres y mujeres de la Iglesia.
El pronóstico médico aplicaba tratamientos distintos en función del sexo y remedios que pueden llegar a sorprender vistos desde la perspectiva actual, como que los clérigos no podían recurrir a la masturbación, que sí se permitía a las religiosas, siempre que la practicaran con su propia mano o con un consolador fabricado siguiendo unas premisas muy concretas.

La mujer, símbolo de lujuria

El segundo bloque del libro se centra en aspectos iconográficos y lo abre Alicia Miguélez con un conjunto de reflexiones sobre cómo el lenguaje gestual plasmado en la iconografía románica puede contribuir al desarrollo de una historia de las emociones.
Por su parte, Miren Eukene Martínez se adentra en la imagen de la mujer como símbolo de la lujuria, un «pensamiento misógeno» que, según Pedro Luis Huerta, cristalizó a finales del siglo XI y que tuvo como principales valedores a monjes y clérigos reformistas que hicieron de la naturaleza femenina sinónimo de tentación, sexo y pecado.
«Para transmitir este mensaje se ideó una estrategia visual contundente y repulsiva que representaba el castigo de los pecados de la carne de una forma impactante: la mujer con serpientes», señala Huerta.
La mujer también es protagonista del penúltimo capítulo firmado por Agustín Gómez, que estudia las escenas de concepción, gestación, alumbramiento y lactancia, desde la perspectiva de lo sagrado, con María como modelo de comportamiento, y la del pecado, al que hace alusión el realismo de escenas procaces o grotescas.
La publicación se cierra con un ensayo de José Luis Hernando en el que se apuesta por una novedosa y atrevida interpretación de las representaciones obscenas, ya que aboga por su posible valor apotropaico, es decir, que en realidad estas imágenes, cual amuletos o conjuros, estuviesen destinadas a neutralizar las fuerzas del mal.
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