Londres, 14 mar (EFE).- El único autorretrato de gran formato de la española Lita Cabellut da la bienvenida al público en su nueva muestra, "Transformación", en la Opera Gallery de Londres, como muestra de la transición que vive actualmente en su creación artística.
"Aunque la transformación que estoy experimentando todavía no tiene forma, a raíz de iniciar esta etapa de construcción y destrucción de mis obras, ha sido cuando realmente he empezado a sentirme libre y a entender el arte como algo que no se puede controlar", cuenta a Efe Cabellut, cuyo autorretrato ha titulado precisamente "Metamorfosis".
Una trayectoria que comenzó casi cuando era una niña. Porque el Museo del Prado "cambió" su vida cuando tenía trece años y descubrió al artista del barroco Pieter Paul Rubens y su cuadro "Las tres gracias", una obra que le transmitió "libertad, armonía, confianza y una belleza intensa y fascinante", recuerda.
En esa visita, Cabellut (Sariñena, 1961) comprendió las infinitas posibilidades que ofrecía la pintura para crear nuevos mundos, expresiones y formas de cambiar la realidad.
"La pintura me conmovió y me brindó una nueva perspectiva de vida, de futuro y hasta de mi mismo estado de ser, pero no como algo negativo, sino más bien como una lección personal de que los cambios son positivos, aunque den vértigo", explica la artista oscense.
Aunque el pintor flamenco le sorprendió entonces por "su capacidad de lectura objetiva basada en la belleza y en el respeto a la mujer", fue el aragonés Francisco de Goya quien la cautivó con su técnica del claroscuro y el uso de los contrastes por su fiel reflejo de la esencia humana.
"El ser humano es un claroscuro, somos la noche y el día, somos un contraste, somos luz y oscuridad; y esto es lo que es extraordinario de nuestra existencia, que entre lo bestial y lo divino hay toda una gama de colores que nos hacen maravillosos, profundos, vulgares...", relata Cabellut.
Son las personas -de la calle, famosas, religiosas, históricas, influyentes, ficticias- las que inspiran a la pintora en su creación artística pues, para ella, "todos son dignos de tener un retrato y, cada uno de ellos, -matiza- es un trozito mío, porque yo soy todo eso".
En esa visita, Cabellut (Sariñena, 1961) comprendió las infinitas posibilidades que ofrecía la pintura para crear nuevos mundos, expresiones y formas de cambiar la realidad.
"La pintura me conmovió y me brindó una nueva perspectiva de vida, de futuro y hasta de mi mismo estado de ser, pero no como algo negativo, sino más bien como una lección personal de que los cambios son positivos, aunque den vértigo", explica la artista oscense.
Aunque el pintor flamenco le sorprendió entonces por "su capacidad de lectura objetiva basada en la belleza y en el respeto a la mujer", fue el aragonés Francisco de Goya quien la cautivó con su técnica del claroscuro y el uso de los contrastes por su fiel reflejo de la esencia humana.
"El ser humano es un claroscuro, somos la noche y el día, somos un contraste, somos luz y oscuridad; y esto es lo que es extraordinario de nuestra existencia, que entre lo bestial y lo divino hay toda una gama de colores que nos hacen maravillosos, profundos, vulgares...", relata Cabellut.
Son las personas -de la calle, famosas, religiosas, históricas, influyentes, ficticias- las que inspiran a la pintora en su creación artística pues, para ella, "todos son dignos de tener un retrato y, cada uno de ellos, -matiza- es un trozito mío, porque yo soy todo eso".
Ese contraste y antropocentrismo están presentes en las 22 obras que conforman "Transformación", una muestra elegida personalmente por Cabellut que alberga sus retratos craquelados de gran formato y cuyos títulos llevan nombres de estrellas como una metáfora de su transición.
"Una estrella antes de morir da muchísima luz y, cuando se rompe, no desaparece, sino que su materia ronda por el universo para volver a reconstruirse en una nueva. Esto es precisamente lo que ocurre con la destrucción de mis cuadros: no los rompo, los transformo", manifiesta.
El tríptico adquiere especial relevancia en esta nueva etapa de la creadora, ya que le permite aunar esa construcción y destrucción de sus cuadros en una misma obra.
Un formato de tres paneles, que permite a Cabellut exhibir en el primero la realidad y "la herencia genética"; en el segundo, los rodillos que han dado vida a ese cuadro y que son reflejo de los logros y fracaso de la artista y, en el tercero -para ella el más importante- la reproducción de la misma pintura, pero rota.
Esta destrucción de la pieza, según subraya, "no se hace de forma agresiva, sino con confianza, como un ejercicio de libertad".
Antes de llenar su vida de pinceles y lienzos, Cabellut tuvo que lidiar con el abandono de su madre, la muerte de su abuela, la vida de mendiga en las calles de Barcelona y los trámites de un orfanato.
Durante muchos años, las facturas las pagaba intercambiando sus dibujos hasta que, finalmente, su trabajo se profesionalizó "después de practicar y repetir una y otra vez la misma sombra, la misma pincelada, el mismo contrapunto" y de aprender en la Academia Gerrit Rietveld en Ámsterdam, cuenta.
Ahora, Cabellut mira al pasado y ve "mucha suerte y amor ajeno" en el camino y, para el futuro, no espera otra cosa más que "responder como lo hicieron tantas personas" en su vida y utilizar su trabajo "para dar voz a quienes no la tienen", recalca.
La muestra "Transformación", que podrá verse hasta el 29 de marzo en la Opera Gallery de Londres, tiene lugar al mismo tiempo que la exposición "La victoria del silencio" en el Museo Goya de Zaragoza (España) en la que, asegura Cabellut, su transformación "también está presente".
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