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jueves, 29 de agosto de 2019

El PRADO EN GUERRA

El Prado, en guerra

 Por Luis Sánchez de Movelllán, Doctor en Derecho. Profesor y Escritor


VANDALISMO EN TIEMPO DE HOSTILIDADES


Frente al vandálico empeño de destruir los testimonios en piedra y en ladrillo, en telas y en madera de la fe del pueblo español, hubo, sin embargo, sectores moderados y sensatos del Gobierno republicano que, espantados ante las destrucciones y saqueos de los primeros días de la guerra, trataron de salvar lo que se pudiese de nuestro Patrimonio artístico. Así se creó una “Junta del Tesoro Artístico” cuyo cometido era el incautarse de conventos e iglesias de valor histórico, con todo lo que contuviesen, para formar más adelante grandes museos, pues no se concebía que los clérigos y monjas volviesen a sus antiguas casas, de las que habían sido expulsados cuando no asesinados. Formada la Junta, salvó, por ejemplo, de la destrucción y del despojo el Convento de las Descalzas Reales, de Madrid, con todo lo que tenía, que era mucho y bueno.


De manera paradójica, el trasiego, expolio e incautaciones que, junto con tanta pérdida, sufrió el patrimonio artístico, dio lugar, acabada la guerra, al descubrimiento de obras de arte singulares de las que no se tenía noticia de su existencia. Así por ejemplo, se descubrió en el Convento de las Bernardas del Sacramento de Madrid un “Cristo en la Cruz” de Velázquez, firmado y fechado. De modo semejante, apareció un lienzo del Greco, firmado por el pintor, que representa a San Andrés y San Francisco, que estaba en el Monasterio de la Encarnación de Madrid y hoy también cuelga en el Museo del Prado. Al término de la guerra por azar aparecieron en el Parque y Maestranza de Ingenieros de Guadalajara unos cuadros que resultaron ser del Greco. Se trataba de un apostolado, incompleto, que, totalmente desconocido, había estado durante siglos colgado en la iglesia de Almadrones, en la provincia de Guadalajara y diócesis de Sigüenza. Cuatro de estos cuadros se encuentran hoy en el Museo del Prado.


Pero este mismo Gobierno republicano que, para atajar el vandalismo desencadenado al principio de las hostilidades, había creado la “Junta del Tesoro Artístico” más arriba citada, con resultado que aunque modesto no se debe pasar por alto, es responsable de un intento de expolio máximo de nuestro patrimonio artístico. Trátase de las pinturas del Museo del Prado, quizá nuestra mayor riqueza en este orden de cosas. No se siguió, a Dios gracias, pérdida ni destrucción alguna, pero a punto estuvo de haberla. Las circunstancias del caso merecen ser brevemente reseñadas.


Era director del Museo al empezar la Guerra Civil el insigne novelista don Ramón Pérez de Ayala, quien a poco logró huir de Madrid. Se hizo entonces cargo de la dirección del Prado don Francisco Javier Sánchez Cantón, que era subdirector del mismo desde 1922 –Picasso, nombrado, por evidentes razones de propaganda política, director del Museo en septiembre de 1936, ni tomó posesión de la dirección ni tan siquiera aportó por Madrid-. A partir del 10 de Noviembre de 1936 y hasta el 9 de Enero de 1939 ordena el Gobierno republicano la salida del Museo, hacia Valencia, de un total de 525 cuadros y de las alhajas que constituían el llamado “Tesoro del Delfín”. Los cuadros en cuestión han sido cuidadosamente seleccionados entre los más valiosos. Sánchez Cantón se opone, en vano, a la salida, demostrando que la razón invocada para el traslado, la seguridad de las obras ante un eventual bombardeo del Museo por parte de la aviación nacional, es falaz, porque los cuadros se encontrarían más seguros en los sótanos del Museo que por las carreteras de un país en guerra. Demostró el paso del tiempo cómo era atinada la postura de Sánchez Cantón. El Museo del Prado no sufrió el menor daño durante toda la guerra. Por su oposición a la maniobra, Sánchez Cantón es destituido en Enero de 1938.

La parte más significativa y de mayor valor de estos 525 cuadros es trasladada, más tarde, de Valencia a Cataluña, de donde pasarán a Francia pocos días antes de la llegada de las tropas nacionales a la frontera del Pirineo. Pero las prontas y eficaces gestiones del Gobierno del General Franco consiguen que las autoridades francesas se hagan cargo de la expedición y la encaminan a Ginebra, donde serán más tarde mostradas al público en una memorable exposición. Ya declarada la II Guerra Mundial, termina el insensato expolio de las obras maestras del Museo del Prado, que vuelven, por fin, a su casa. Por fortuna, sólo dos cuadros de Goya, ”Los fusilamientos del 3 de Mayo” y “La carga de los Mamelucos”, han sufrido ligeros desperfectos.

Las razones de este intento de expolio del fondo más valioso de la colección del Prado nunca fueron claras. El Gobierno republicano había enviado a la URSS el tan traído y llevado oro de Moscú, es decir, el oro del Banco de España, a México el llamado “Tesoro del Vita”, del nombre del barco que hasta allí transportó las joyas, plata y oro saqueadas en las casas de la burguesía y en las cajas de alquiler de los bancos...Quizá el destino de los 525 cuadros de la Pinacoteca Nacional hubiera sido el mismo que el del oro de Moscú o el Tesoro del Vita, pero el azar o la Divina Providencia hicieron que hoy sigan estando en donde nunca debieron de salir: el Museo del Prado.

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