El pasado 3 de febrero murió en Madrid el pintor y escultor español Miguel Zapata. Nació en la bella y mágica ciudad de Cuenca. En ella aprendió la historia de la tierra y de sus bichos, conoció las formas de la cristalización de los minerales y sus tablas de valencias. Sus maestros le enseñaron que el átomo, como su nombre indica, era indivisible. Aprendió griego y latín, y la famosa aventura de los Diez Mil en su lucha contra los persas le sumía en estados de profunda ensoñación. Supo de los trágicos y de los estilos arquitectónicos, de los escritores clásicos y hasta llegó a componer algún que otro soneto... Con este bagaje cultural y con un buen puñado de oleos y lienzos salió de Cuenca para comerse el mundo. Y el sueño se cumplió.
Su obra llegó a los cinco continentes. Colecciones de Estados Unidos, México, Japón y Europa acogieron la obra madura y enérgica de aquel muchacho conquense, impetuoso e inteligente.
Zapata fue fiel a unos principios de libertad e independencia. Un cierto aire anarquista individualista rodeó a Miguel en el ámbito personal y profesional. Descreído, irónico y radical, no toleró nunca la mentira y la banalidad que rodea nuestro tiempo al llamado mundo del arte y a la cultura. Luchó contra la mediocridad y la ignorancia en el lugar equivocado. Por eso, posiblemente, se marchó a Estados Unidos.
De Miguel Zapata destacaría tres características: bondad, talento e inteligencia. Fue un hombre bueno y eso lo distingue como persona y como artista. Poseedor de un talento natural para el dibujo y la pintura poco común, supo aportar a su trabajo una yuxtaposición de idiomas estéticos más que interesante. Y fue un pintor inteligente, culto y con una formación humanística impecable. Una rareza en la "profesión del arte" que, sin duda, aprovechó y tradujo a tablas y telas.
Realizó el retrato del su majestad el Rey de España, Juan Carlos I, para la Hispanic Society de New York. En su ciudad natal trabajó en las puertas de la Iglesia de El Salvador y en la escultura de Alfonso VIII que preside los jardines del palacio de la Diputación Provincial.
Su última obra puede disfrutarse en la Universidad de Texas. Unas puertas en bronce donde se rememora la historia de la independencia de Texas. En breves fechas tendría que haber ido allí a inaugurarlas.
Nunca llegó a marcharse del todo de su ciudad. Adquirió una bella casa-estudio del siglo XVI en el barrio medieval de San Miguel, en el corazón del casco histórico y con vistas a la Hoz del Júcar.
Zapata compró un billete de ida y vuelta. El retorno a su infancia, a su patria, a la ciudad que le vio nacer, fue recurrente y le persiguió toda su vida. El viaje por la vida podría haber sido más largo pero llegó a su fin demasiado pronto. Miguel ha regresado a Cuenca para quedarse entre nosotros, para siempre. Las vistas desde el antiguo cementerio de San Isidro, en lo más alto de la ciudad antigua, son únicas. Lugar querido por pintores como Fernando Zóbel, Antonio Saura o Bonifacio Alfonso.
Allí descansarás, amigo entrañable, junto a ellos y a otros ilustres hermanos, artistas y amigos.
Por Jesús Mateo, pintor y creador de las pinturas murales de Alarcón. UNESCO.
El pintor conquense Jesús Mateo, creador de las pinturas murales de Alarcón, dedica unas palabras de despedida a su amigo Miguel Zapata
Su obra llegó a los cinco continentes. Colecciones de Estados Unidos, México, Japón y Europa acogieron la obra madura y enérgica de aquel muchacho conquense, impetuoso e inteligente.
Zapata fue fiel a unos principios de libertad e independencia. Un cierto aire anarquista individualista rodeó a Miguel en el ámbito personal y profesional. Descreído, irónico y radical, no toleró nunca la mentira y la banalidad que rodea nuestro tiempo al llamado mundo del arte y a la cultura. Luchó contra la mediocridad y la ignorancia en el lugar equivocado. Por eso, posiblemente, se marchó a Estados Unidos.
De Miguel Zapata destacaría tres características: bondad, talento e inteligencia. Fue un hombre bueno y eso lo distingue como persona y como artista. Poseedor de un talento natural para el dibujo y la pintura poco común, supo aportar a su trabajo una yuxtaposición de idiomas estéticos más que interesante. Y fue un pintor inteligente, culto y con una formación humanística impecable. Una rareza en la "profesión del arte" que, sin duda, aprovechó y tradujo a tablas y telas.
Realizó el retrato del su majestad el Rey de España, Juan Carlos I, para la Hispanic Society de New York. En su ciudad natal trabajó en las puertas de la Iglesia de El Salvador y en la escultura de Alfonso VIII que preside los jardines del palacio de la Diputación Provincial.
Su última obra puede disfrutarse en la Universidad de Texas. Unas puertas en bronce donde se rememora la historia de la independencia de Texas. En breves fechas tendría que haber ido allí a inaugurarlas.
Nunca llegó a marcharse del todo de su ciudad. Adquirió una bella casa-estudio del siglo XVI en el barrio medieval de San Miguel, en el corazón del casco histórico y con vistas a la Hoz del Júcar.
Zapata compró un billete de ida y vuelta. El retorno a su infancia, a su patria, a la ciudad que le vio nacer, fue recurrente y le persiguió toda su vida. El viaje por la vida podría haber sido más largo pero llegó a su fin demasiado pronto. Miguel ha regresado a Cuenca para quedarse entre nosotros, para siempre. Las vistas desde el antiguo cementerio de San Isidro, en lo más alto de la ciudad antigua, son únicas. Lugar querido por pintores como Fernando Zóbel, Antonio Saura o Bonifacio Alfonso.
Allí descansarás, amigo entrañable, junto a ellos y a otros ilustres hermanos, artistas y amigos.
Por Jesús Mateo, pintor y creador de las pinturas murales de Alarcón. UNESCO.
El pintor conquense Jesús Mateo, creador de las pinturas murales de Alarcón, dedica unas palabras de despedida a su amigo Miguel Zapata
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Cuenca 22:42
La noticia de la muerte de Miguel Zapata ha conmocionado al mundo del arte y a todos cuantos le conocían. El pintor y escultor conquense ha fallecido esta tarde en un hospital de Madrid, donde permanecía ingresado.
El escultor conquense ha fallecido esta tarde.
Los restos mortales del artista, autor del cartel de Semana Santa de Cuenca del año 2006, serán incinerados en Madrid mañana y posteriormente se trasladarán a Cuenca, donde tendrá lugar la celebración del funeral y el entierro.
Desde el año 1975 hasta los últimos tiempos, Miguel Zapata ha protagonizado una intensa vida artística y ha mostrado sus obras al mundo en infinidad de galerías.
La trayectoria artística de Zapata está repleta de monumentos históricos muy queridos en la provincia de Cuenca, como es el caso de la estatua de Don Quijote de La Mancha en Mota del Cuervo o la escultura de Fray Luis de León en su localidad natal, Belmonte. Asimismo, Miguel Zapata es autor de la estatua de Alfonso VIII de la Diputación Provincial de Cuenca, así como de las puertas de la iglesia del Salvador.
Dentro del ámbito de la pintura, Zapata ha destacado con obras como el cartel anunciador de la Semana Santa de Cuenca en 2006. Además, el artista realizó unos magníficos frescos de los cuatro evangelistas que pueden contemplarse en la iglesia de la Merced de la localidad conquense de Huete.
La relación de Miguel Zapata con el mundo del arte ha sido una auténtica historia de amor. Y es que el autor abandonó la carrera de Derecho y se trasladó a Madrid para volcarse en lo que era su verdadera pasión: la pintura. Sin embargo, fue Cuenca, su ciudad natal, la que acogió la primera exposición del artista en el año 1959. Tras dejar atrás Madrid, Zapata viajó a la capital parisina para mezclarse en los ambientes culturales e impregnarse de todo el saber acerca del arte.
Años más tarde, Zapata regresaría a nuestro país, donde empezaría a estudiar la carrera de Medicina. En el año 1986 se trasladaría a vivir a Estados Unidos, donde residía.
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