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En su apartamento del Vedado, Moisés Finalé trabaja con ahínco en los últimos detalles de su exposición Se fueron los ‘80, que será inaugurada en la galería Servando de 23 y 10, Vedado, el 25 de mayo. Los numerosos cuadros y las instalaciones destinados a la muestra esperan aquí y allá, junto a las paredes, en una amalgama de color y texturas que sorprenden al visitante en su primer impacto visual. En el centro del salón señorea un gran cofre enchapado en latas de refresco y otros artículos, el corazón de la muestra y el origen de su nombre, dentro del cual el público, según explica complacido Finalé, podrá dejar objetos pequeños de cualquier clase que hayan pertenecido a la década del 80, un gesto simbólico con el que el artista pone fin a una época a la que han venido aferrándose con nostalgia los cubanos y que para Moisés Finalé tiene un especial significado. Por eso irá cerrando el cofre a intervalos hasta que el último día de la exposición queden guardadas bajo candado las memorias de unos años que, en su opinión, deben dejarse descansar de una vez.
Moisés Finalé ha vivido en París desde 1989, pero antes fue uno de los artistas que protagonizaran un cambio decisivo en las artes plásticas cubanas, el llamado Boom de los ‘80, en aquella década que da por terminada con su cofre de los recuerdos. Ahora, tras un largo camino recorrido desde aquellos años formativos, empapado del arte contemporáneo internacional y en plena madurez artística, culmina su ciclo de exposiciones en la Isla y se despide por el momento con este adiós al pasado.
¿Qué le espera al público en su próxima exposición en la Galería Servando?
Es una exposición que hace algún tiempo me viene dando vueltas y que se ha ido creando con el apoyo de la Galería Servando. Al principio comenzamos a pensar, no exactamente en una retrospectiva de mi obra, pero sí en incluir obras que realicé en la década de 1980. Luego, llevaba mucho tiempo sin pintar en Cuba y he comenzado a trabajar aquí. Salieron algunas obras que se prestaban para la exposición y entonces cambiamos la idea: ya no se trata de exponer obras anteriores, sino obras del momento, terminadas en estos últimos dos años. Toda la primera idea de los ‘80 ya no la voy a exponer solo en cuadros, sino en esta caja relicario donde se guardará toda la memoria de aquellos años.
Al haber vuelto a pintar en Cuba, con los ‘80 en mente, ¿ha hecho una reinterpretación de su pintura de aquellos años?
Como dice el texto de Eduardo Jiménez, hay algunos cuadros que recuerdan mi última exposición en Cuba en el año 1987, en el Castillo de la Fuerza, llamada Alto, medio y bajo, que salía de un libro de Umberto Eco. Esa exposición jugaba un poco con el arte popular, con el kitsh, con el bad painting, etc., y uno de los temas era el del Zorro. Ahora me apropié de ese tema nuevamente, de una serigrafía que estaba hecha en esa época, y ha salido un nuevo cuadro que se llama “El Zorro de Cárdenas”, que es el pueblo donde nací.
Ha vivido en Europa por muchos años y ha recorrido el mundo. ¿Qué queda del artista de los ‘80 y cómo ha asimilado las nuevas influencias?
Creo que mi carrera se ha hecho a partir, primero, de los viajes cortos a diferentes países para exponer, luego, de mi estancia en París, donde ha transcurrido mi vida. Allí es donde he podido madurar con mi obra, es donde he cambiado estudiándome a mí mismo, estudiando a los otros, viendo qué está pasando en el arte contemporáneo. Creo que mi pintura se ha hecho más del otro lado que de aquí, mi mirada ha estado dirigida hacia otra parte.
No he perdido ningún tipo de raíces o identidad, siempre me he mantenido al tanto de lo que está pasando aquí y me llega mucha información a París. Pero, por ejemplo, los elementos africanos los he recuperado en París de otra forma, a través de las esculturas africanas que llegan directamente a mi estudio. Tengo una colección de ese tipo de arte.
Estuvo 15 años si exponer en Cuba, pero desde su primera exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2003, Herido de sombras, ha retornado varias veces a las galerías cubanas. ¿Qué ha hecho posible ese retorno?
Uno no puede calcularlo todo en la vida, y durante un período verdaderamente largo estuve muy concentrado en mi obra, cerca de 15 años. Estaba muy dedicado a exponer en otros lugares, hacer nacer la obra y crecer como artista, no pensé en exponer aquí. Se dio la coyuntura en 2003 de una invitación del Museo Nacional de Bellas Artes, expuse y algunos me dicen que le “cogí el gusto”.
Trabajé luego con el Museo del Ron, donde hice la exposición Doble realidad en 2004; después vino la de Galería Habana, Simulacros atípicosen 2005, y ahora esta. Es un ciclo de cuatro exposiciones para mostrar mi trabajo. La primera dio a conocer todo lo que había hecho durante los últimos 10 años. La de Galería Habana fue mucho más experimental. La actual toca mis últimos años en Cuba, los años en que comenzaba en la pintura y me comenzaba a formar como artista.
Ha dicho que “anda siempre en constante búsqueda de técnicas estilísticas y de materiales”. ¿A qué se debe esta experimentación constante que se resiste a ser catalogada?
En los ‘80, cuando muchos amigos y artistas estaban haciendo instalaciones, un arte más de concepto, yo me mantuve dentro de los patrones de la pintura bidimensional. Al mismo tiempo, era una pintura de ideas. En esa época, en la que formaba parte de un grupo de pintores, el grupo 4 x 4, no estuve haciendo una pintura que se pudiera considerar dentro de lo establecido.
Con el tiempo he seguido con esas búsquedas, me he identificado con corrientes artísticas en ciertos momentos, en otros las he abandonado, como fue el caso de los pintores de la transvanguardia o de algunos amigos que me han influido de cerca también. Con la experiencia me he dado cuenta de que la pintura me queda pequeña, el recurso pictórico por sí mismo no me interesa más. Claro, no es algo que uno se proponga en un día, sino que viene con los años y se fue formando desde los ‘80. Estoy todo el tiempo a la caza de nuevos materiales, de nuevos recursos, de experimentar con la escultura. Además, pienso que un artista —y este es un criterio que trato de cumplir— no es el que se dice pintor, dibujante o grabador; pienso que un creador es capaz de hacer muchas cosas al mismo tiempo: participar en una obra de teatro, en una portada de libro, en un afiche de cine…
Hay que pasar por diferentes manifestaciones y salirse del concepto tradicional que existió del pintor. Creo que eso no interesa más. La gente va a una exposición y a veces malamente ve los cuadros. Van a conversar o a tomarse un trago y muy pocos son verdaderamente observadores de todo ese trabajo que ha costado meses realizar. O sea, que hay que motivar al público con creaciones con las que se identifique, cuyo lenguaje sea más rápido y fluido.
¿Sigue una rutina a la hora de pintar, o también el momento de la creación está sujeto a este afán de ruptura?
No creo que haya dado grandes saltos en los cambios de ideas y métodos. Si lo puedo decir yo mismo, existe una coherencia pictórica desde hace muchos años, a pesar de que este tipo de búsqueda de la que hablábamos provoca una ruptura entre una etapa y la otra. Pero el sello del pintor se puede reconocer.
Se ha declarado no religioso, y sin embargo, las religiones afrocubanas asoman en sus obras con mucha fuerza, y se descubren símbolos míticos y espirituales…
Me han querido integrar a lo religioso, pero lo que ha ocurrido es que nací en el pueblo de Cárdenas, que tiene una cultura religiosa y negra muy fuerte. Desde muy chiquito estoy oyendo los toques de santo, los bembé. Mi comadrona era la santera más importante del barrio. Aunque no sea practicante me crié de una forma muy activa en ese ambiente y lo conozco hasta cierto punto.
¿Qué lugar, en su experiencia, ocupan los pintores cubanos en el mercado internacional del arte?
Yo no tenía grandes conocimientos de lo que estaba pasando en Cuba a causa de mi ausencia. Desde 2003 me he dado cuenta de que existe un interés. Los pintores cubanos —o por lo menos un grupo, no puedo decir que sea colectivo— han ubicado su obra a nivel internacional, están en museos importantes y logran vender y exponer en galerías de diferentes países. Esto hace que la pintura cubana se comience a conocer. Es importante también que los pintores cubanos, en su mayoría, tengan estudios académicos, de una escuela que en mi opinión es interesante, que ha evolucionado con los años, que tiene profesores jóvenes y gente a la vanguardia que está buscando constantemente lo que sucede a nivel internacional.
Todo esto hace que la pintura cubana se imponga hasta cierto punto en una parte del mercado del arte. Tampoco sucede a altos niveles, no pienso que haya una escuela cubana de pintura. Creo que hay un interés por la pintura cubana en los mercados de EE.UU. y de Europa, existe un público que quiere saber qué pasa en un sistema político como el de aquí, y las ideas y manifestaciones que se establecen en la pintura intrigan a los coleccionistas y al público —siempre escaso— que puede comprar.
¿Qué otros proyectos prepara y cuáles son sus planes respecto a Cuba para el futuro cercano?
Por el momento cierro el ciclo en Cuba con esta exposición. Han sido cuatro muestras y creo que no hay que fatigar al público. Ahora hay un período de reflexión, de búsquedas y de cosas nuevas que decir. De todas formas, seguiré participando en algunas muestras colectivas a las que estoy invitado. Por el momento tengo planes en París, llevo cerca de seis meses lejos y quiero concentrarme de nuevo en la obra que estaba haciendo allá y en ese mercado.
He estado viajando, hace solo tres semanas que llegué a Cuba. Estuve en la Feria Internacional de Pintura de Arco, también participé en una muestra colectiva cubana que se hizo en Ginebra, Suiza. Acabo de participar el mes pasado en el Festival de Cine de Toulouse, que ahora cumple 20 años y en el que desde hace 19 hago el afiche oficial. Antes, estuve terminando una carpeta de 10 serigrafías en Vigo, España, en los talleres de Villalobos.
Con esta exposición creo que cierro el período en Cuba hasta un nuevo aviso.
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Fuente
http://www.lajiribilla.co.cu
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