"Nunca he tenido la necesidad, dedicada solo a los genios, de cumplir una misión especial a través del arte, pero si de satisfacer con el arte mi vocación."
Perfección de la técnica. Esto fue lo que pensé cuando vi por primera vez el trabajo del pintor figurativo italiano Emanuele Dascanio (Garbagnate Milanese, 1983). En una época como la actual, en la que los criterios que definen el gusto general son cada vez más heterogéneos, contradictorios e inciertos, apostar por un discurso plástico de reproducción fiel de las formas naturales representa una elección no solamente estética, sino más bien ética. Abogar por un ideal de belleza pura, universal y atemporal, se convierte así en un gesto radical, donde el esfuerzo, la maestría y el virtuosismo, en un sentido positivo de dominio absoluto de los recursos pictóricos, llevan a una sublimación de la subjetividad individual.
La opción hiperrealista de Dascanio plantea un desafío abierto a la propia naturaleza. Se trata, dicho de otra forma, de una competición con ella, desarrollada a través del rigor y de la disciplina en el taller, un espacio que juega un papel esencial, como lugar de la creación y del aprendizaje continuo para alcanzar la perfección. En este sentido, las características estructurales del lugar de trabajo son esenciales para Dascanio, puesto que tienen que adaptarse a su personal manera de concebir el arte y de realizar concretamente las obras. Como afirma él mismo: «mi estudio tiene que estar muy bien iluminado, con abundancia de aire, paredes blancas y suelo de madera… todo lo demás es superfluo. Todo lo que quiero es un ambiente funcional a mi tipo de arte».
Perfección de la técnica. Esto fue lo que pensé cuando vi por primera vez el trabajo del pintor figurativo italiano Emanuele Dascanio (Garbagnate Milanese, 1983). En una época como la actual, en la que los criterios que definen el gusto general son cada vez más heterogéneos, contradictorios e inciertos, apostar por un discurso plástico de reproducción fiel de las formas naturales representa una elección no solamente estética, sino más bien ética. Abogar por un ideal de belleza pura, universal y atemporal, se convierte así en un gesto radical, donde el esfuerzo, la maestría y el virtuosismo, en un sentido positivo de dominio absoluto de los recursos pictóricos, llevan a una sublimación de la subjetividad individual.
La opción hiperrealista de Dascanio plantea un desafío abierto a la propia naturaleza. Se trata, dicho de otra forma, de una competición con ella, desarrollada a través del rigor y de la disciplina en el taller, un espacio que juega un papel esencial, como lugar de la creación y del aprendizaje continuo para alcanzar la perfección. En este sentido, las características estructurales del lugar de trabajo son esenciales para Dascanio, puesto que tienen que adaptarse a su personal manera de concebir el arte y de realizar concretamente las obras. Como afirma él mismo: «mi estudio tiene que estar muy bien iluminado, con abundancia de aire, paredes blancas y suelo de madera… todo lo demás es superfluo. Todo lo que quiero es un ambiente funcional a mi tipo de arte».
Taller del artista
Mirar las pinturas y los dibujos, de diferentes formatos, del artista italiano es, esencialmente, explorar un universo estético caracterizado por un equilibrio constante entre la razón y la emoción; la intuición y la ejecución; la mente y el brazo. Su pintura es el resultado de un trabajo intelectual y físico a la vez, llevado a cabo en la superficie plana del soporte bidimensional y es el fruto de una cosmovisión armónica, que deriva de una concepción del arte como control de la pasión. Esta concepción sigue el surco simbólico marcado por la gran pintura renacentista y ha llegado, a lo largo de los siglos, hasta nuestros días pasando por épocas, estilos y escuelas diferentes, como por ejemplo el Barroco, el Neoclasicismo o el más reciente fotorrealismo norteamericano, practicado en el siglo XX por artistas como Chuck Close entre otros.
Como afirma el propio Dascanio, su aproximación a la pintura empezó siguiendo el movimiento hiperrealista. Sin embargo, él se siente más cercano a la concepción renacentista del arte. Según esta visión, el artista tiene una doble naturaleza. Por un lado, es un artista-artífice, en cierto modo todavía ligado a la figura del artesano, puesto que trabaja con sus propias manos la materia, los colores y las superficies; utiliza herramientas propias de un oficio antiguo y sigue unos procedimientos consolidados en el tiempo. Por otra parte, es un artista-genio, cuya individualidad única e irrepetible se expresa paulatinamente a través de un proyecto creativo desarrollado a lo largo de toda su vida. Dicho proyecto tiene como objetivo principal la elevación espiritual, es decir el perseguimiento de un camino conscientemente solitario en el que el artista consigue generar, a través de su labor, excepcionales espectáculos visuales que suscitan misterio, admiración y cautivantes sorpresas emocionales.
En palabras del propio artista: «mis “maestros” han sido y siguen siendo: Leonardo da Vinci por su habilidad en manipular la materia y la luz, Caravaggio por la fuerza de sus imágenes, Perugino por el misterio que infunde en sus pinturas, Rembrant por el genio compositivo, Füssli por la inteligencia y la cultura sobre las que se basan sus cuadros, Denner por las inimaginables e increíbles capacidades técnicas y manuales, Bernini por la veracidad y plasticidad dramática de sus figuras, Michelangelo por la fuerza y la autodisciplina. Me limito a mencionar estos, pero hay muchos más…».
Dentro de la prolífica producción artística de Dascanio cabe destacar sin duda las series de naturalezas muertas con frutas y las de figuras humanas: dos géneros clásicos de la gran tradición pictórica. Sin embargo, a través de su trabajo, el artista no busca la simple repetición de formas observadas minuciosamente (casi científicamente) a su alrededor, sino que pretende expresar imágenes que proceden del subconsciente, de la intuición o de la imaginación. En particular, las obras con figura humana, a pesar de tener el aspecto de retratos, son en realidad muy a menudo figuras alegóricas que el artista plasma gráficamente a partir su propio universo interior.
Mirar las pinturas y los dibujos, de diferentes formatos, del artista italiano es, esencialmente, explorar un universo estético caracterizado por un equilibrio constante entre la razón y la emoción; la intuición y la ejecución; la mente y el brazo. Su pintura es el resultado de un trabajo intelectual y físico a la vez, llevado a cabo en la superficie plana del soporte bidimensional y es el fruto de una cosmovisión armónica, que deriva de una concepción del arte como control de la pasión. Esta concepción sigue el surco simbólico marcado por la gran pintura renacentista y ha llegado, a lo largo de los siglos, hasta nuestros días pasando por épocas, estilos y escuelas diferentes, como por ejemplo el Barroco, el Neoclasicismo o el más reciente fotorrealismo norteamericano, practicado en el siglo XX por artistas como Chuck Close entre otros.
Como afirma el propio Dascanio, su aproximación a la pintura empezó siguiendo el movimiento hiperrealista. Sin embargo, él se siente más cercano a la concepción renacentista del arte. Según esta visión, el artista tiene una doble naturaleza. Por un lado, es un artista-artífice, en cierto modo todavía ligado a la figura del artesano, puesto que trabaja con sus propias manos la materia, los colores y las superficies; utiliza herramientas propias de un oficio antiguo y sigue unos procedimientos consolidados en el tiempo. Por otra parte, es un artista-genio, cuya individualidad única e irrepetible se expresa paulatinamente a través de un proyecto creativo desarrollado a lo largo de toda su vida. Dicho proyecto tiene como objetivo principal la elevación espiritual, es decir el perseguimiento de un camino conscientemente solitario en el que el artista consigue generar, a través de su labor, excepcionales espectáculos visuales que suscitan misterio, admiración y cautivantes sorpresas emocionales.
En palabras del propio artista: «mis “maestros” han sido y siguen siendo: Leonardo da Vinci por su habilidad en manipular la materia y la luz, Caravaggio por la fuerza de sus imágenes, Perugino por el misterio que infunde en sus pinturas, Rembrant por el genio compositivo, Füssli por la inteligencia y la cultura sobre las que se basan sus cuadros, Denner por las inimaginables e increíbles capacidades técnicas y manuales, Bernini por la veracidad y plasticidad dramática de sus figuras, Michelangelo por la fuerza y la autodisciplina. Me limito a mencionar estos, pero hay muchos más…».
Dentro de la prolífica producción artística de Dascanio cabe destacar sin duda las series de naturalezas muertas con frutas y las de figuras humanas: dos géneros clásicos de la gran tradición pictórica. Sin embargo, a través de su trabajo, el artista no busca la simple repetición de formas observadas minuciosamente (casi científicamente) a su alrededor, sino que pretende expresar imágenes que proceden del subconsciente, de la intuición o de la imaginación. En particular, las obras con figura humana, a pesar de tener el aspecto de retratos, son en realidad muy a menudo figuras alegóricas que el artista plasma gráficamente a partir su propio universo interior.
Desde el punto de vista del proceso creativo, métodos, técnicas y soportes pueden variar en función a su capacidad de adaptarse, como medios expresivos, a la intención del artista y a las diferentes exigencias específicas de cada obra. En palabras del artista, «lápices, colores y pinceles son los únicos instrumentos que satisfacen mi sed creativa. Con estas herramientas puedes crear un sinfín de gamas melódicas. Para “construir” una obra a veces empiezo por un concepto y luego expreso la imagen, otras veces adopto una aproximación opuesta, más intuitiva: en mi mente se crea una imagen que esconde detrás un concepto».
Perfección de la técnica. Esa bien puede ser nuestra primera impresión al ver el trabajo del pintor figurativo italiano Emanuele Dascanio (Garbagnate Milanese, 1983).
En una época como la actual, en la que los criterios que definen el gusto general son cada vez más heterogéneos, contradictorios e inciertos, apostar por un discurso plástico de reproducción fiel de las formas naturales representa una elección no solamente estética, sino más bien ética.
Abogar por un ideal de belleza pura, universal y atemporal, se convierte así en un gesto radical, donde el esfuerzo, la maestría y el virtuosismo, en un sentido positivo de dominio absoluto de los recursos pictóricos, llevan a una sublimación de la subjetividad individual.
La opción hiperrealista de Dascanio plantea un desafío abierto a la propia naturaleza. Se trata, dicho de otra forma, de una competición con ella, desarrollada a través del rigor y de la disciplina en el taller, un espacio que juega un papel esencial, como lugar de la creación y del aprendizaje continuo para alcanzar la perfección.
En este sentido, las características estructurales del lugar de trabajo son esenciales para Dascanio, puesto que tienen que adaptarse a su personal manera de concebir el arte y de realizar concretamente las obras.
Como afirma él mismo: «mi estudio tiene que estar muy bien iluminado, con abundancia de aire, paredes blancas y suelo de madera… todo lo demás es superfluo. Todo lo que quiero es un ambiente funcional a mi tipo de arte».
"Nunca he tenido la necesidad, dedicada solo a los genios, de cumplir una misión especial a través del arte, pero si de satisfacer con el arte mi vocación."
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