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miércoles, 10 de octubre de 2018

Picasso, denominación de origen

Picasso, denominación de origen

El Museo Picasso Málaga firma una soberbia exposición que ilumina la herencia mediterránea del genio

pre se comienza con algo. Después es posible eliminar toda huella de la realidad». La frase de Pablo Ruiz Picasso destila su proceso creativo, su incansable modo de digerir y regurgitar la tradición, de hacer suyo un legado para después subvertirlo. Porque quizá existan, en esencia, dos tipos básicos de genio: aquellos en los que todo termina y aquellos con los que todo comienza.
Ambos perfiles se reunieron en el Museo Picasso Málaga (MPM) hace ahora año y medio: por un lado, Jackson Pollock, mecha de la que prendió buena parte del arte que vino después y, por otro, Pablo Ruiz Picasso, en cuya obra desembocó toda la Historia del Arte hasta la fecha. Sin embargo, a la hora de buscar las amplias herencias que recibió y filtró el malagueño suele hablarse con frecuencia de la tradición francesa, del África negra, del mundo clásico de Grecia y Roma y de otras varias latitudes, dejando la huella de su lugar de origen en el ámbito sentimental y anecdótico, hasta rozar a menudo lo esotérico.
Ahora el MPM despliega un proyecto capaz de argumentar el influjo mediterráneo en la obra de Picasso desde un planteamiento riguroso, diverso y tan bien armado que hace olvidar por momentos la densidad, también la ambición intelectual, de su discurso. Lo hace en 'El sur de Picasso. Referencias andaluzas', la nueva exposición de la pinacoteca, que reúne casi 200 piezas que van desde la prehistoria hasta el arte moderno de mediados del siglo XX para contextualizar la amplia producción picassiana.
A partir de ideas claras, sin especulaciones sentimentalistas ni tentaciones provincianas, el MPM firma un relato vigoroso, sustentado en un montaje tan eficaz como sutil, capaz de poner ante los ojos de un sólo vistazo las herencias que Picasso pagó al arte íbero, pero también a Velázquez, Goya, Zurbarán, El Greco y Sánchez Cotán, entre otros, así como los sugerentes puentes tendidos con contemporáneos del malagueño como José Moreno Villa, Manuel Ángeles Ortiz, María Blanchard y Juan Gris.
Un juego de espejos y relaciones hilado a partir se ejes temáticos como la tauromaquia, el bodegón, la maternidad o la muerte que se despliega en el MPM hasta el 3 de febrero y que sirve para alzar el telón de los actos con motivo del décimo quinto aniversario que la institución cultural cumplirá el próximo día 27. De este modo, 'El sur de Picasso', patrocinada por la Fundación Unicaja, recoge el guante lanzado por el Museo Picasso de París, que planteó a los responsables de la pinacoteca malagueña la revisión de las influencias sureñas en la producción del artista para inscribir esa propuesta en el proyecto internacional 'Picasso Mediterráneo'que lidera la institución gala. Y el resultado es una de las aportaciones teóricas y expositivas más y mejor argumentadas en cuanto al poso de los orígenes del artista en su obra.
                                          Resultado de imagen de Picasso,
Porque 'El sur de Picasso' muestra «el patrimonio artístico español que Picasso estudió y veneró, tanto como desestabilizó y canibalizó», en palabras del director artístico del MPM, José Lebrero, comisario de este proyecto de producción propia que reclama un lugar protagonista en el estudio del genio. Con esta premisa, la querencia surrealista de 'Las bañistas' (1918) y el clasicismo de 'El peinado' (1922) de parte del malagueño dialogan con dos mosaicos romanos en la primera estancia de la muestra.
«Esta no es una exposición para mirar de lejos», recomendaba Lebrero durante el paseo. Porque conviene detenerse en los detalles de los pequeños exvotos íberos para apreciar su parentesco con la 'Cabeza de mujer' (1907) picassiana casi salida de 'Las señoritas de Avignon' firmada aquel mismo año. Una vinculación que también aflora de manera evidente y sugerente entre la figura de una divinidad egipcia datada entre los siglos VIII y VII a. C y el lienzo 'Mujer desnuda de tres cuartos, de espaldas' (1907) procedente del Museo Picasso de París.
Acto seguido, el clasicismo picassiano de los grabados reunidos en la Suite Vollard convive con diversas vasijas y esculturas romanas en uno de los tramos más potentes del recorrido. La sección se dedica al peso de la mitología y el mundo clásico en la obra del malagueño y esa herencia queda ilustrada de manera didáctica y cabal mediante su correlación con piezas arqueológicas procedentes de varios museos provinciales andaluces.
Sube un poco más el listón la sala de las maternidades. 'La Sagrada Familia con Santa Ana y San Juanito' (c. 1590) de El Greco se da la mano con 'La familia' (1970) de Picasso, mientras 'Venus y el amor' (1967) del malagueño se inscribe sin esfuerzo en la tradición ilustrada por la 'Virgen del Rosario' (c. 1640-1650) de Zurbarán, 'Virgen despertando al niño' (1603-1627) de Sánchez Cotán y 'Virgen con el niño' (c. 1660 – 1665) de Murillo.
Sigue el vuelo ascendente de la nueva exposición del MPM hasta alcanzar una de sus cotas más altas en el apartado dedicado a las naturalezas muertas. 'Bodegón con vela' (1945) se mira en el espejo de dos piezas de Juan van der Hamen firmadas cuatro siglos antes mientras 'Agnus Dei' (1639) de Zurbarán y 'Vanitas' (1660) reclaman su ascendente sobre 'Bodegón con cabeza de toro' (1958) y 'Bodegón con cabeza, calavera, puerros y jarras' (1945) del malagueño.
Ya en la planta baja, el 'Novillo de Porcuna' (580 a. C.) reina en la sala dedicada a la tauromaquia, donde Picasso y Goya vuelven a encontrarse como hiciera el joven malagueño a modo de copista en las salas del Museo del Prado. Ahí están las piezas juveniles de Picasso recreando algunos'Caprichos' goyescos junto a otra herencia, en este caso, la del Greco. Y de la tradición a la modernidad en la sala final, con Picasso convertido en faro y tótem de su tiempo. 'Naturaleza muerta con violín' (1912) se mira con dos delicados bodegones cubistas de Moreno Villa y la deliciosa 'Guitarra' (1924) esculpida en chapa conversa con la 'Composición cubista con botella' (1918) de María Blanchard y el 'Violín, garrafa y copa' (1920) de Juan Gris



Imágenes de la muestra / SALVADOR SALAS
De este modo, la nueva exposición del MPM se plantea como «una excursión», un viaje en busca de un relato nuevo, alejado del localismo y el folclore, para trazar un discurso tan complejo como potente sobre el calado que el sur dejó en Picasso, más allá de su recurrente vinculación con la Costa Azul francesa. Lo resumía el presidente de la Fundación Unicaja, Braulio Medel: «Esta es una espléndida exposición, no sólo por las obras que se mostrarán, sino porque igual que un buen equipo no es una suma de individualidades, una exposición no es una suma de cuadros». Y aquí no hay (sólo) suma de piezas, hay discurso apuntalado a cada paso, en casa juego de referencias.
Además, 'El sur de Picasso' estrena los actos por el décimo quinto aniversario del MPM. Un cumpleaños glosado por el nieto del artista y presidente del Consejo Ejecutivo del MPM, Bernard Ruiz-Picasso: «Esta institución tiene ahora más madurez y tenemos ahora una institución que nos permite soñar lo que van a ser los próximos años. Para mí es un momento muy feliz, mi madre (Christine Ruiz-Picasso, también mecenas de la institución) está también feliz de ver que en este sueño que hemos compartido con la Junta de Andalucía hemos podido crear esta institución».
En una línea muy similar se manifestaba el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, quien reiteraba que la nueva exposición del MPM busca «que Picasso sea más conocido en su tierra». Un conocimiento que, ahora sí, deja de lado lo biográfico para ir a lo artístico, lo superfluo para clavar la mirada en el tuétano, en la raíz andaluza de un genio donde todo termina. Y también comiza.

Fuente
https://www.diariosur.es

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