Más de una vez estuve tentado a escribir sobre este pintor y diré por qué. Cuando yo era un adolescente venía en autobús desde mi Porráns natal (en Barro) a la academia de don José Buela, que estaba muy cerquita del viejo museo de nuestra capital, en Pontevedra. Había comenzado a dibujar y a pintar allá en mi aldea, pero nunca había entrado en un museo, ni tampoco había visto un cuadro en vivo; solo en la escuela me maravillaba viendo en los libros reproducciones en blanco y negro de obras de los grandes maestros del pasado y, como algo milagroso, tenía guardado algún almanaque a todo color de la empresa minera Río Tinto de Huelva.
Y un día, heme allí, en aquel museo de nuestra ciudad, en aquella época poco visitado, ante los lienzos de pintores como Colmeiro, Manuel Torres, Laxeiro, Maside… Y, entre todos ellos, el cuadro que encabeza este texto, del que es autor Luis Torras (Vigo, 1912). Estoy hablando creo que del año 1959. He de decir que yo nunca había oído hablar de estos pintores y que me encontré ante un mundo nuevo.
Por razones de espacio solo expresaré brevemente mi sentir ante aquel cuadro de Luis Torras, que me impresionó de tal forma que nunca lo he olvidado, ni olvidaré. Su intimismo está lleno de poesía. Nunca la pintura y la poesía fueron tan hermanas como en esta escena compuesta por una figura de mujer, que viene siendo la del propio artista, con un libro en las manos y otros sobre la mesa camilla. Todo está bañado por una luz tenue, venida de una ventana rústica. Al fondo se ven dos cuadros, que, aunque incompletos, se identifican como obras del propio artista. Porque don Luís Torras se distingue claramente entre sus colegas contemporáneos: su paleta es acariciada con mucha frecuencia por la espátula y de ahí nace un mundo lleno de gran belleza, porque él nunca renunció al hecho sublime de lo que es la pintura.
Esta obra está realizada con espátula sobre tablex y mide 114 centímetros por 145 centímetros. La estudié en aquel tiempo lejano tan minuciosamente y tantas veces en aquel querido museo que la añoranza se asoma a estas cuartillas blancas.
Luís Torras (derecha), con su esposa, María Jesús Incera, en un homenaje con motivo de su 104.º cumpleañosM.MORALEJO
Con el tiempo, cuando viajé por esos mundos y conocí todas las tendencias pictóricas, empecé a pensar que el cuadro que nos ocupa bien puede ser un Vermeer de nuestro tiempo. Por cierto, hoy esta extraordinaria obra no se exhibe en el nuevo museo pontevedrés. Ignoro el motivo, pero, sea cual sea, es un gran pecado para los que aman la pintura; ya que allí están los cuadros de sus contemporáneos y de otros pintores posteriores.
Arte que traspasa el tiempo
Con el tiempo contemplé otras obras de Luis Torras, muchas admirables. No soy crítico de arte y no pretendo tal osadía, pero quise evocar una que me descubrió en la adolescencia lo que es el arte que traspasa el tiempo; y, aunque yo fui por otros derroteros, siempre pervivió en mí la belleza, hoy por algunos tan mal llevada.
Ahora, desde esta página, me pregunto: ¿Cuándo se le hará una antológica a este pintor en el nuevo Museo de Pontevedra, en el de Santiago o en otros museos y fundaciones, donde reinaría esta gran obra a la que me estoy refiriendo?
Espero que los responsables de la cultura le presten atención a este gran pintor de nuestro tiempo. Los amantes de la pintura les estarán entonces sumamente agradecidos y la justicia en el mundo del arte quedará en buen lugar. Yo les deseo a Luis y María Jesús, esta cariñosa pareja, que sigan cumpliendo años hasta que Dios quiera.
Manuel Ruibal (Barro, Pontevedra, 1942) es pintor.
Con el tiempo, cuando viajé por esos mundos y conocí todas las tendencias pictóricas, empecé a pensar que el cuadro que nos ocupa bien puede ser un Vermeer de nuestro tiempo. Por cierto, hoy esta extraordinaria obra no se exhibe en el nuevo museo pontevedrés. Ignoro el motivo, pero, sea cual sea, es un gran pecado para los que aman la pintura; ya que allí están los cuadros de sus contemporáneos y de otros pintores posteriores.
Arte que traspasa el tiempo
Con el tiempo contemplé otras obras de Luis Torras, muchas admirables. No soy crítico de arte y no pretendo tal osadía, pero quise evocar una que me descubrió en la adolescencia lo que es el arte que traspasa el tiempo; y, aunque yo fui por otros derroteros, siempre pervivió en mí la belleza, hoy por algunos tan mal llevada.
Ahora, desde esta página, me pregunto: ¿Cuándo se le hará una antológica a este pintor en el nuevo Museo de Pontevedra, en el de Santiago o en otros museos y fundaciones, donde reinaría esta gran obra a la que me estoy refiriendo?
Espero que los responsables de la cultura le presten atención a este gran pintor de nuestro tiempo. Los amantes de la pintura les estarán entonces sumamente agradecidos y la justicia en el mundo del arte quedará en buen lugar. Yo les deseo a Luis y María Jesús, esta cariñosa pareja, que sigan cumpliendo años hasta que Dios quiera.
Manuel Ruibal (Barro, Pontevedra, 1942) es pintor.
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