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martes, 2 de junio de 2015

Las funciones del arte

Obra de Ernesto Rancaño en la 12 Bienal de La Habana
Por Dazra Novak
Fotos Dazra Novak
“Esta es una de las funciones del arte… hermosa forma de decirlo”, pensé al tropezarme esta pieza de Rancaño en uno de los pabellones de la Cabaña en esta Bienal 2015. Un hombre que camina y, proyectada tras él, es su sombra la que lleva unas alas enormes. ¿Alas de quien sueña, de quien quiere volar, de quien va por el mundo mirándolo todo con otros ojos? ¿Se queda el arte solo en la sombra, o es posible llevarlo a hechos?
“Hay tantos artistas en este país, que si todos se fueran a trabajar a la construcción, a lo mejor va y sí mejoramos el problema de la vivienda”, escuché decir más de una vez (resentido comentario multiversionado). Más de una vez, respondí: “…pero como entretienen, ¿se imagina si no existiera ese televisor que usted enciende todos los días para ver actores y telenovelas, ni el cine, ni la radio con sus voces favoritas que le acompañan mientras cocina?”.
¿Se imagina usted un mundo donde no existiera la música (ni para escuchar, ni para bailar), donde nadie contara historias (ni reales ni inventadas), donde nadie intentara retener con pinceles (o cámaras) el mundo visto/padecido o el imaginado/deseado, donde después de comer… a dormir? Animalitos camino al matadero -interrumpe mi letra-, ¿no le dijiste que eso seríamos si no existiera el arte?
No hace mucho, en una de las aulas de la Facultad de Comunicación a donde fuimos invitados algunos autores de blogs para compartir con los estudiantes nuestras respectivas experiencias, escuché (provocando en mí una alta dosis de espanto) estas palabras: “Nuestro blog no es de poesía, literatura, ni esas cosas. Yo no tengo nada en contra de eso, pero lo nuestro es más serio, nosotros sí queremos cambiar el mundo”.
¡Anda!, dije para mis adentros (luchando por portarme bien y no desviar el tema), otro que piensa que solo la política cambia el mundo y su gente. Otro que piensa que ser escritor es solo andar-con-la-cabeza-entre-las-nubes haciendo caso omiso de las cosas que pasan a nuestro alrededor.
Me pregunto cómo se puede pensar de la misma manera después de haber leído a Eduardo Galeano o el Diario de Ana Frank; cómo se puede ser la misma persona después de Martí, después de ver Fresa y chocolate Suite Habana, después de Laura de la Uz en la obra de teatro Delirio habanero.
¿Acaso Beny Moré no hace historia como mismo Celia Cruz, Silvio y Pablo, Teresita Fernández, Omara y Elena? ¿Qué dinámicas sociales (ojalá resueltas) nos evocará, veinte años más adelante, un Contra el olvido rescatando a Pánfilo? ¿Acaso no es cambiando a la gente como se logra cambiar el mundo?
Por todo el malecón iba el domingo pasado un artista, montado en una bicicleta, regalando flores. La gente se aglomeraba, apenas si lo dejaba avanzar, y algunas de esas flores de seguro resultaron en ofrendas a los muertos, adornos en la sala, regalos a la novia (al novio) o a mamá, recuerdos de Bienal o simplemente flores allí, donde mismo muchos no entienden las funciones del arte y al artista todavía le dura el gesto para regalar.
¡Van a poner una pista de patinaje sobre hielo en el malecón!, se regó el comentario y era todo un acontecimiento (por fin algo grande iba a pasar en la ciudad). Muchos subieron por unas escaleritas de madera para, simplemente, ver el mar desde un poquito más arriba. La cacerola erizada de tenedores evoca nuestra más importante batalla diaria y una caja azul refleja nuestros rostros -los mismos rostros de siempre. Todo en el mismo malecón de siempre que sigue siendo el mismo, pero se siente otro.
Fuente
http://www.cubacontemporanea.com/


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