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miércoles, 3 de junio de 2015

Miguel Zugaza, director del Museo del Prado: “Cualquier ciudadano del mundo es propietario, de alguna manera, de las obras que nosotros conservamos”

Miguel Zugaza, director del Museo del Prado: “Cualquier ciudadano del mundo es propietario, de alguna manera, de las obras que nosotros conservamos”

Miguel Zugaza Miranda (Durango, Vizcaya, 1964). Es un hombre tan afable y tranquilo como eficaz y activo, tan educado y reflexivo como enamorado de la Historia del Arte y, además -y desde 2002 -, director del Museo del Prado. Lo visitamos unas semanas después de que un paisano suyo, Fernando Albizu, diera vida en el escenario del Teatro Español a un Fernando VII memorable en la obra del diplomático Íñigo Ramírez de Haro, ‘Trágala, trágala’. Un monarca que no puede ser bien recordado en la Historia de España pero que, sin embargo, fundó este Museo y eso no puede obviarlo su director actual que, aun reconociendo que fue un rey nefasto, tomó la sabia decisión de crear y trasladar aquí las colecciones reales y abrir al público el Museo del Prado.

Con el horizonte de 2019, fecha del bicentenario de la creación del Museo, “nosotros tenemos que tenerle más respeto al monarca que el resto de los españoles” (apunta con indudable sentido del humor). En su despacho, cómodo pero austero, y flanqueados por seis litografías -cuatro de ellas de Andreu Alfaro de la serie inspirada en “Las Tres Gracias”, y dos obras de Ramón Gaya, litografías iluminadas a mano por el artista con acuarela y gouache-, se dispone frente a nosotros a ‘dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César’ en el mundo del arte…


¿El de director del Prado es, como creo que le dijo alguna vez José María Aznar, ‘el mejor trabajo del mundo’? ¿Soñó alguna vez que estaría al frente de él?

Sí, José María Aznar me lo dijo y creo que tiene razón. Si has elegido trabajar en los arrabales del arte, llegar a tener la responsabilidad de este Museo, no solo uno de los más importantes, sino uno de los más singulares de los grandes museos internacionales, es verdaderamente una fortuna… Me lo dijo el presidente Aznar en Moncloa, en una visita de un jefe de estado de otro país y, la verdad es que es un privilegio, una suerte y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad…

¿Y puede uno dormir tranquilo con esa responsabilidad...?

(Sonrisa) Bajo muchísimo a las salas porque creo que debo tener contacto con la vida pública del Museo cuando la sociedad está celebrando el arte en él; creo que es una responsabilidad nuestra. Pero lo ves siempre con el sentido de la responsabilidad… Muchas veces me gustaría volver al Prado simplemente para disfrutar de él, del mismo modo que disfruto del Museo de Bellas Artes de Bilbao, cuando vuelvo por allí. Fui su director durante seis años y ahora, cuando paso por allí, lo hago con un placer enorme para disfrutar de su colección, de la programación que hace, pero sin tener responsabilidad alguna. La sensación es muy diferente.

¿No cree que el Paraíso debe ser algo así como el Prado, pero a lo grande, al aire libre y sin necesidad de protección y conservación…?

Lo bueno del Museo del Prado es que aquí ya está el paraíso y el infierno. Aquí se encuentra una huella de la naturaleza y de la historia de la humanidad en cada uno de los cuadros. Hace muy poco que presentamos el proyecto de la nueva iluminación del Museo con tecnología led y yo decía que el Prado debía ser como una reserva de la biosfera, un lugar que conserva esa luz antigua, con la que los maestros del pasado han sabido representar el mundo y las grandes cuestiones que preocupan al ser humano (el amor, la muerte). Donde está el arte está también el mundo expandido que representa.

Lleva ya 13 años al frente del Museo. ¿Es que la batalla partidista no tiene ahora cabida -afortunadamente- en estos nobles muros?

En un momento determinado se asumió que las grandes instituciones, como es el Prado, tenían que profesionalizarse y estar fuera de la batalla partidista y eso es lo que ha permitido la continuidad de los proyectos.La ampliación, la modernización del Prado, no se hacen ni en tres ni en cuatro años; son proyectos más largos y yo creo que esa decisión fue un signo de madurez de los partidos políticos cuando en 1996 firmaron un pacto parlamentario sobre el Museo y su ampliación y eso es lo que ha permitido que los profesionales hayamos podido trabajar durante un tiempo prolongado en este proceso. Cuando me hice cargo de la dirección hace 13 años, empezaba ya a construirse físicamente la ampliación del Museo y necesitaba también un cambio profundo de la organización de su personalidad jurídica -se aprobó la Ley reguladora del Museo del Prado- y había que crear una nueva estructura de un Museo que cambiaba la dimensión física y que tenía que cambiar al tiempo su dimensión pública. Y ese es el gran proyecto en el que estamos todavía metidos en estos momentos de prueba de estrés, que ha supuesto la crisis económica y el desfallecimiento de las aportaciones públicas al Museo y eso nos ha obligado a probar si en estas situaciones vale este modelo de gestión o no. Afortunadamente hemos pasado ya el cabo de Hornos de la crisis y el Museo ha aguantado bien el reto de salvar esta coyuntura adversa.

Los números del Prado intimidan un poco: casi dos siglos de historia; miles de obras entre la sede de Villanueva y las otras sedes; 7000 visitas diarias, (más de 2 millones y medio en 2014); ¿qué es más importante a la hora de medir el éxito de un museo, la cantidad de visitantes o la calidad de sus fondos?

El año 2007 inauguramos la ampliación del Museo y una buena parte de esa ampliación estaba dedicada a ampliar la experiencia de los visitantes del Prado. Hablo de mejorar la accesibilidad, la comodidad, la satisfacción de la visita… Ordenar de otra manera la colección del Museo, presentar más obras de la colección, pero orientado todo a mejorar la experiencia de nuestros visitantes que, como es lógico, vienen de diversas partes de España y del mundo, tienen conocimientos diversos de la Historia del Arte y se trata de brindarles a todos, cuando se enfrentan al Museo, los recursos necesarios para poder realizar una visita satisfactoria. Esa fue la gran conquista de la ampliación… Pero esto significa también que el Museo necesita también una estructura económica y financiera muy fuerte para poder responder bien al cumplimiento de su misión y a la demanda de la sociedad. Esto es lo que yo creo que ha sido más difícil a lo largo de los tres últimos años, porque hemos perdido el 60 por ciento de la aportación pública y ha habido que buscar más en nuestra propia capacidad de financiación para complementar los presupuestos… El que fuera presidente del Patronato del Museo del Prado, Rodrigo Uría, dijo con mucho atino que el Prado es tres cosas a la vez: un museo, una institución y una empresa.

Además de la Exposición permanente de los fondos propios, en los últimos lustros han tenido una gran aceptación y han traído nuevos visitantes las exposiciones temporales (la última, de Van der Weyden). ¿Por qué muchas veces es la exposición temporal y no la permanente la que atrae al público más inhabitual del museo?

Para acercar el Museo a toda la población, independientemente de su poder adquisitivo, adoptamos un modelo mixto (de gratuidad y de pago) que está funcionando muy bien. Antes se abría gratuitamente solo los domingos, pero ahora lo hacemos todos los días, en las dos últimas horas de apertura, y ha sido muy exitoso porque el público tiene la oportunidad de visitar el Museo sin pasar por la taquilla, y hace uso de esa oportunidad a diario… Las exposiciones temporales, que me pregunta, es un instrumento maravilloso que tenemos los museos para dar a conocer las novedades y las conquistas que hacemos en el territorio del conocimiento, de la investigación, y como tienen el carácter de evento temporal, sirven también para motivar la visita del público. Es una forma de llamar la atención a los visitantes, para que tengan una relación más asidua con el Museo. Pero es un público bastante diferenciado el que viene a visitar la colección permanente y las exposiciones temporales. Normalmente estas últimas tienen un impacto más fuerte sobre el público más local del Museo (el público de Madrid y el público español), mientras que la colección permanente es más buscada por el público internacional, salvo eventos muy determinados, como la próxima exposición -que haremos en 2016- del Bosco, con motivo de su centenario, que va a ser un acontecimiento de interés internacional.

Además de la exposición de los fondos, el Prado trabaja también tan callada como eficazmente en la misión de conservación y restauración de sus fondos… El último ejemplo lo hemos tenido en el San Juan Bautista Niño, de Miguel Ángel… ¿Cómo se puede determinar con seguridad absoluta la autoría de un cuadro?

La opinión de los críticos respecto al San Juan de Miguel Ángel, está ya bastante consensuada. Se trata de ese original que está documentado, que se conoce que lo hizo Miguel Ángel y que fue regalado por Cosme de Médici al heredero de la colección Medinaceli. Sí, el cuadro está bastante bien documentado y es acertada su atribución. Pero es verdad que hay otros cuadros que son de muy difícil atribución y esta siempre estará navegando entre una orilla y otra. Lo que más importa al final es obtener una constancia documental, que es la que nos puede dar el dato definitivo. La apreciación del experto es muy relevante pero, incluso para él, la prueba definitiva es encontrar la firma o el documento que lo prueba… Recuerdo que, cuando estábamos restaurando ‘El Vino de la fiesta de San Martín’, de Pieter Brueghel el Viejo, no había dudas después de hacerle la radiografía. Era un cuadro muy maltratado, con restauraciones mal enfocadas, pero cuando se le hizo la radiografía y se vio el dibujo original de Brueghel, no hubo dudas en la atribución del cuadro, pero hasta que la restauradora no limpió la parte baja del cuadro y apareció la firma y parte de la fecha, no hubo seguridad absoluta. El ojo experto, sobre todo en el Prado, que tenemos la fortuna de tener muy buenos especialistas en diferentes aspectos de la colección, es una herramienta muy valiosa pero, al final, el documento, los datos, son los que terminan de aclarar estos problemas de la atribución.

¿Por qué lo que se tiene tan a mano, como el Prado, no se visita con la asiduidad que merece?

Quizás por la misma razón por la que se lee tan poco, o se asiste tan poco al teatro. El acceso a la cultura muy elevada, como es el caso del arte que conserva un museo, es un camino de iniciación, de aprendizaje, de educación, es una conquista que no se hace a golpe de campañas publicitarias, sino a través de la transmisión del conocimiento, la educación de la gente… Y España ha avanzado muchísimo en los últimos 30 años. El Prado -y no ya el número de visitantes, que es un tema que a mí no me interesa tanto como a los periodistas- sino que el Museo cumpla su misión pública, y eso significa tener bien presentadas las colecciones, bien conservadas, y bien valoradas desde el punto de vista de la apreciación por parte del ciudadano. Y que todo eso sirva para la educación de la gente… cuando queremos obligarla a que venga a los museos, no es la vía adecuada. Esa es una decisión muy personal, la de entrar en el mundo de la historia del arte, que es complejo y que exige curiosidad, anhelo de conocimiento, y no todos los ciudadanos lo tienen. Nosotros, desde el Museo, lo que tenemos que hacer es animar a la gente a que inicie ese viaje en torno a la historia del arte… Hay gente que viene al Museo y no pasa nada en él y, al mismo tiempo, hay muchísima gente en que se produce un descubrimiento, el inicio de una serie de interrogantes que exigen una respuesta, y eso lleva al camino del conocimiento y eso es lo que nosotros tenemos que proponer.

¿Hasta el punto, por ejemplo, de llegar a encontrar a Dios?

Yo he visto a gente rezar delante del Cristo de San Plácido, de Velázquez. Muchas de las obras que tenemos en los museos las hemos descontextualizado al sacarlas del ámbito para el que fueron creadas (el religioso, el palaciego…) y ordenados según las ideas que tenemos los historiadores del arte, pero las imágenes siguen provocando, según las creencias y la sensibilidad de cada visitante, reacciones de lo más diversas. Lo bonito del arte -aunque la visita a un museo sea un acto público- es la experiencia singular, individual, personal, que produce ese enfrentamiento una obra. Ese es el gran privilegio que nosotros ofrecemos desde el Prado a los visitantes. Eso quien más y mejor lo supo ver fue Diego Velázquez -es mucho más contemporáneo que nosotros- cuando concibe ‘Las Meninas’ y hace que ese cuadro se active cuando el espectador está delante del cuadro; ese mensaje se convierte en el emblema de cualquier museo.

La obtención de fondos para las colecciones es muy distinta según el museo del mundo del que hablemos. Muchos de ellos provienen de expoliaciones, de saqueos de guerra, etc. ¿Es esa una circunstancia incómoda internacionalmente y de difícil o imposible solución?

Nosotros somos un país expoliado. Encuentras en muchos museos del mundo obras importantes del patrimonio histórico artístico español. Hay, sin embargo, museos de carácter imperial, como el British Museum, el Louvre, etc., que son museos hechos, en buena parte, por incorporación de ejemplos de otras civilizaciones… Pero, lo importante somos museos nacionales (el Prado es un Museo del Estado y, por tanto, de dominio público) que, además, de ser un museo español es también un museo universal y tenemos que tener esa visión de que estamos conservando una parte del gran mosaico que es la historia de las civilizaciones y la historia del arte universal. Cualquier ciudadano del mundo es propietario, de alguna manera, de las obras que nosotros conservamos. Esa visión nacionalista que tuvieron los museos en el XIX hay que ir ahora modulándola hacia una responsabilidad más universal de conservación del patrimonio.

Velázquez, Goya, Picasso, son los tres grandes nombres de la pintura en España. ¿Pasará mucho tiempo para que podamos ver a los tres reunidos en el Prado?

Siempre he insistido en que este Museo tiene que progresar y una forma de hacerlo sería incorporando a Picasso a esa secuencia tan larga de la Historia del Arte español y europeo, que es el Prado. Espero que, en algún momento, no ya de forma temporal con obras prestadas de otras colecciones, sino de forma permanente, esté integrado en nuestras propias colecciones…

Será durante el siglo XXI, ¿no?

Sí, sí, me imagino… La historia corre muy rápido y el Prado, lo mismo que asumió a partir de 1971 las colecciones del siglo XIX del antiguo Museo de Arte Moderno, tendrá que hacer esa misma asimilación de parte del arte del siglo XX, que pasará también a formar parte de la gran historia del arte universal reunida en el Prado. Picasso, desde luego, es una personalidad clave para entender el enlace entre el arte antiguo y el del arte más actual, el contemporáneo.

Pero, ¿no se traicionó, al menos temporalmente, la voluntad de Picasso sacando el ‘Guernica’ del Museo del Prado?

Sí. Su voluntad, al menos, era clara porque Picasso pensaba que el ‘Guernica’ debía estar inserto en esa secuencia histórica que representa el Prado. Pero la decisión que se tomó de que el cuadro ayudara a la creación de un nuevo Museo de Arte Contemporáneo también fue una decisión acertada, ya que está jugando un papel muy importante en el Reina Sofía. Cuando deje de jugarlo, cuando el Museo se pueda emancipar, de alguna manera, del ‘Guernica’, no estaría mal que el cuadro se pudiera traer al Prado, y no solo por cumplir la voluntad de Picasso, sino también por completar de una forma justa la gran secuencia de la historia del arte español, que refleja el Museo del Prado.

¿Se atreve a dibujarnos el Museo del Prado del siglo XXII, cuando seguro que ya Miguel Zugaza no estará aquí...?

(Sonrisas) ¡No lo sé…! Creo que el Museo va a seguir siendo como es. Cuando inauguramos la ampliación, con el magnífico trabajo que hizo Rafael Moneo, lo bueno es que no le habíamos cambiado la identidad. Hay ampliaciones de museos que se la cambian radicalmente, y yo creo que, más que nunca, cuando se modernizó el Prado se reconoció en sus orígenes, en la idea ilustrada de una institución pública, de carácter social y educativa, de hacer progresar cultural e intelectualmente a la sociedad. El camino futuro del Prado está en su origen ilustrado, en esos principios idealistas que son los que fundamentan su identidad.
Fuente
http://www.diariocritico.com




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