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domingo, 27 de marzo de 2016

Carlos Alcolea



                                                         





Pintor español integrante de la generación de artistas que, encabezada por Luis Gordillo, se apartó de la corriente informalista y se inclinó por una vuelta a la figuración. Aunque nació en La Coruña, su infancia transcurrió en Sevilla. Más tarde se trasladó a Madrid y comenzó a estudiar la carrera de Derecho, pero abandonó los estudios para dedicarse por completo a la pintura. Su primera exposición tuvo lugar en la galería Amadís de Madrid en 1971. La muestra recogía una serie de lienzos inspirados en diversos artistas como Pierre Bonnard o David Hockney. Junto a otros pintores de su generación, como Guillermo Pérez Villalta, fue el punto de partida de la llamada nueva figuración madrileña. Su pintura, de brillantes colores y gran dinamismo, es el espejo de un proceso creativo muy reflexivo con predominio del dibujo y de las formas. Algunas de sus obras más representativas son Desnudo bajando la escalera (1976-1977), Matisse de día, Matisse de noche (1977) o la serie de lienzos sobre piscinas. Como escritor, es autor del ensayo Aprender a nadar (1980), basado en sus teorías pictóricas. En 1992, después de su muerte, le fue concedido a título póstumo el Premio Nacional de Bellas Artes. © M.E.




Carlos Alcolea. Matisse de día, Matisse de noche, 1977. Pintura. Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Carlos Alcolea. Matisse de día, Matisse de noche, 1977. Pintura. Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

Carlos Alcolea (A Coruña, 1949 - Madrid, 1992) es reconocido como uno de los protagonistas destacados de la denominada Nueva Figuración madrileña, surgida a comienzos de los años setenta y que se prolonga durante la década siguiente y cuya recepción favorable coincide con la existencia incipiente de un entramado de crítica, galerías y mercado del arte.
                                                     Los borrachos (1980)
Alcolea vive la pintura de un modo intenso y pasional, como una gramática de formas, colores, gestos, guiños y significados. En sus inicios, adopta algunas de las premisas del Pop en su vertiente europea, con David Hockney como principal referencia. Alcolea considera que no hay pintura de ideas, sino de experiencia y visión, por lo que lleva a cabo una reivindicación de la práctica pictórica, de la pintura como oficio y del tema como fundamento último del cuadro.
La exposición reúne más de treinta lienzos junto con numerosos dibujos y cartulinas, así como un importante conjunto de fotografías y documentación, incluido su libro Aprendiendo a nadar (1980). Todo ello contribuye a la reconstrucción del ideario pictórico, visual y literario de Alcolea, del que se alimenta y al que responde su pintura.

En su trabajo se reconoce la paleta de colores ácidos y vivos, así como una tendencia al uso de amplios campos de color delicadamente difuminados, que dan lugar a cuadros luminosos. También se aprecia el protagonismo de la línea y el dibujo, las lecciones de la historia del arte (de Tiziano Vecellio a Paul Cézanne, Claude Monet y Henri Matisse) y también los conceptos de la paradoja y la reversibilidad, manifestados mediante la recurrencia a la representación de la Cinta de Moebius. Autorretrato. Moebius y su amigo (1975) da constancia de ello, además de obras como Dassein,(1977) y Matisse de Día, Matisse de Noche (1977), que actúan como fórmulas de distinción y “sobre las que se funda y sostiene la pintura”, tal como indica Ángel González, comisario de la exposición.
Alcolea es un dandy y un intelectual que elabora una iconografía propia a partir de una serie de temas que aparecen al comienzo de su carrera. El artista insiste en estos temas y en sus variaciones, dado que como el mismo afirma, “pensar no agota la idea”. Uno de estos temas recurrentes es, las bañistas y la piscina, para después utilizar el agua como estado (líquido) y como medio en Los borrachos (1979-1980). El relato de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas le permite entrar en el mágico mundo de las aventuras subterráneas, otro medio que propicia el desequilibrio. Así, esa supuesta figuración presente en las bañistas, los retratos intelectualizados de Ángel González(1980) o María Vela. Veccellia (1982) o las figuras extraídas del imaginario Pop, como la Reina de Inglaterra, se convierten en iconografía de una experiencia deglutida.
Sus cuadros resultan del equilibrio entre color y composición, como en La camarera roja, (1973) o Finisterre (1988-1989) y en ellos domina la nítida línea de horizonte. A partir de 1975-1976 las dimensiones de los lienzos aumentan y trabaja dípticos y trípticos en obras como Alicia en el país de las Maravillas o Alicia a través del espejo (1979), donde insiste en las duplicidades y en la consistencia material de la pintura: “Dentro o fuera del cuadro, pero en el cuadro”, tal como sostiene el artista.
         
                                                                  Autorretrato Moebius y su amigo


              
                                                                                  
                                                                                                Camarera roja



             

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