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domingo, 29 de mayo de 2016

Nazismo y vanguardias artísticas: ¿Quién teme al artista?

Himmler obsequia a Hitler con unas figuras de porcelana por su cumpleaños en 1944. Foto: Bayerische Staatsbibliothek/Heinrich Hoffman.
La exposición itinerante Arte Degenerado fue una de las estrategias del nazismo para implantar una cultura nacional alemana proscribiendo y criminalizando a las vanguardias.

Decía el recientemente fallecido premio Nobel de literatura Imre Kertész que el siglo XX era un "pelotón de fusilamiento en servicio permanente", entendiéndolo, claro, desde el factor de la arbitrariedad, como no podía ser de otra manera ya que Kertész hablaba como superviviente, y desde la experiencia de un adolescente húngaro que con apenas quince años había sido llevado al campo de exterminio de Auschwitz. Se había unido así irremediablemente al destino de tantos otros que, por razones cronológicas y geopolíticas, quedaron irremediablemente atrapados por la realidad demencial de un siglo extraño a lo humano.
Tal vez sea el artista noruego Edvard Munch el que mejor haya dejado plasmado en sus obras ese desasosiego indescriptible de aquella época no tan lejana. Le acompañó toda su vida, como si se tratase de propia sombra, adquiriendo un nuevo protagonismo en los que fueron sus últimos días.
Habiendo creado el que ahora es el archiconocido cuadro de El Grito en 1893, icono sin igual de la angustia existencial del mundo moderno, vivía el anciano pintor acorde a su homúnculo. Sólo que su circunstancia no transcurría como en el caso del personaje del cuadro, que llega al punto máximo de desesperación sobre un puente, sino que a él le aconteció entre cuatro paredes, temeroso y atrincherado en su residencia de Ekely, al oeste de Oslo.
La noche del 19 de enero, que en 1944 cayó en domingo, Munch se la pasó despierto, mirando por sus ventanas sin cristales en el sótano de la casa, viendo cómo ardía una parte de la ciudad.
Un navío alemán que estaba estacionado en el muelle de Filipstad, desde donde salieron también los barcos con los deportados clasificados como judíos, había sido volado por los aires gracias a la resistencia noruega. La explosión, a su vez, había hecho estallar municiones que estaban en un almacén cercano, terminando por incendiar todas casas de una zona contigua al puerto.
Temiendo que el incendio se propagase inevitablemente, y que la capital ardiera por entero, decidió quedarse a verlo, pero debido a su bronquitis y avanzada edad, la fría noche en vela le pasó factura, y moriría de neumonía tan sólo cuatro días después.
Esa noche, a Munch, el afán destructivo del que fuese Führer de Alemania, Adolf Hitler, se le manifestaba a modo de incendio que avanzaba inexorablemente hacia su residencia desde Filipstad y desde Akershus, la fortaleza militar al borde del fiordo de Oslo, donde temía que sería llevado a ejecutar por los fusileros cualquier día.
Pues Munch, aunque de nacionalidad noruega, era una figura central del grupo de artistas de vanguardia cuyas obras habían sido denominadas bajo la categoría de "arte degenerado" (Entartete Kunst) por la Alemania nazi, perseguidas, y que en 1937 habían sido decomisadas a modo de eliminación de todos museos públicos.
La campaña de difamación a la que estos artistas se vieron sometidos ya había comenzado cinco años antes, con el ataque y el cierre de la escuela de la Bauhaus, que tuvo que mudar su sede de Dessau a Berlín, tras ganar las elecciones municipales el NSDAP.
A partir del gran triunfo que Hitler obtuvo en las elecciones parlamentarias en enero de 1933 dieron comienzo los virulentos ataques institucionales al arte moderno
Pero fue a partir del gran triunfo que Hitler obtuvo en las elecciones parlamentarias en enero de 1933 cuando dieron comienzo los virulentos ataques institucionales al arte moderno tal y como los conocemos.
Orquestados por el régimen nacionalsocialista con la misión de erradicar toda influencia estética que pudieran haber tenido la vanguardias alemanas, las medidas que se adoptaron fueron desde la prohibición de venta de obras a suquema, su escarnio público, el cese de directores de museos que las favorecían, su supresión de las colecciones de arte regionales y estatales, y la persecución de muchos de estos artistas, que fueron tildados ya de practicar el "arte bolchevique" en un primer momento.
Esta operación de desprestigio, denominada "arte degenerado", fue un elemento clave en la consolidación del Estado del Führer y del fervor de su devoto pueblo, que supuso irremediablemente el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial.
Siguiendo la arbitraria línea de los retorcidos planteamientos ideológicos del III Reich, mientras por un lado las obras eran utilizadas como proscritas para crear un clima socio-político que permitiese una renovación cultural nacional planteada desde la extrema urgencia; por otro, dado su reconocido valor internacional, se vendían en una prestigiosa casa de subastas en Suiza en 1939 para conseguir divisas extranjeras para financiar el rearme y ocupar Polonia a continuación.
Ya en 1928 el NSDAP había creado una "liga de combate" (Kampfbund der deutsche Kultur) para defender la cultura alemana, que aparentemente tenía carácter "neutral", con la intención de manipular políticamente a la clase media a su favor.
Pero sería la exposición itinerante también titulada Arte Degenerado, dedicada a difamar estas obras de vanguardia, donde la particular alianza entre arte y poderes fácticos actuó criminalizando a los artistas, que así se convirtieron en sus víctimas más insospechadas.
Comenzó en Munich, en la sede del Instituto de Arqueología, donde en 1937 se mostraron por primera vez más de 650 obras que habían sido decomisadas de las colecciones museísticas, y en donde se acusaba a más de 100 artistas de atentar con las mismas a la salud alemana.
Porque el termino "degeneración" no era tan relativo a la decadencia del arte como algrave estado de enfermedad en el que éste se encontraba, y con el que las nuevas autoridades se habían topado a su llegada a las instituciones culturales.
El arte moderno pasaba así a ser públicamente considerado sinónimo de todas aquellas expresiones del malestar social, sobre todo en relación con el movimiento bolchevique y el judaísmo
El arte moderno pasaba así a ser públicamente considerado sinónimo de todas aquellas expresiones del malestar social, sobre todo en relación con el movimiento bolchevique y el judaísmo, pero también con la especulación capitalista.
Ya que se aprovechó la ocasión para hacer públicos los precios que los gobernantes de la República de Weimar habían "malgastado" en adquirir obras de arte para los museos públicos alemanes. Unas cantidades que debido al periodo inflacionista correspondían con unas cifras abultadas y para nada objetivas al ser sacadas de su contexto.
Pero sin duda, el aspecto más innovador y escalofriante de esta exposición, comisariada por Adolf Ziegler, presidente de la Cámara del Reich para las Bellas Artes (Reichkammer der Bildenden Künste), un instrumento burocrático fundado por el Ministro de Propaganda Joseph Goebbles, fue mostrar el carácter patológico de estas obras, que por su asociación con razas inferiores o primitivas y con los enfermos mentales y disminuidos psíquicos conllevaba un daño inherente al orden social ordenado militarmente que se intentaba conseguir.
Así, las conmovedoras esculturas de Wilhelm Lehmbruck, las pinturas de animales de Franz Marc y las mujeres paseantes de Ernst Ludwig Kirchner, entre muchos otras, pasaban a ser el enemigo público del Estado Alemán. En todas ellas se vislumbraba la influencia que la recepción de estos pacientes de hospitales psiquiátricos que fueron Vincent Van Gogh y Edvard Munch había tenido en las entusiastas jóvenes generaciones, un influjo altamente nocivo como se intentaba a toda costa probar.
En lo relativo al pintor noruego, que, a diferencia del holandés Van Gogh, aún vivía cuando esta campaña de vilipendio se realizaba, le impactó directamente.
Como desde el 9 de abril de 1940 el país escandinavo estaba ya bajo la ocupación de las tropas alemanas, y tras completar la invasión, en octubre, bajo el yugo del gobierno delReichkommissar Josef Terboven, apoyado por colaboracionistas como el fascista Vidkun Quisling, seguía todos los dictados de la Alemania nazi, no es extraño que Munch se temiera lo peor, dado que era muy posible que la política estética del III Reich le afectara de igual manera que si hubiera estado en cualquier otro lugar en territorio germano.
Tanto es así que, continuando con la estrategia desplegada en la exposición Arte Degenerado en Alemania, en abril de 1942 el gobierno títere de Quisling presentó en laNasjonalgalleriet en Oslo la muestra Arte y anti-arte (Kunst og ukunst).
Esta vez, el nuevo director del museo, el simpatizante de la causa nacionalsocialista, Søren Onsager, incluyó para la ocasión cuatro cuadros de Munch en la sección de lo que proponían como "arte" y sin embargo, el artista hubiese preferido estar en la sección de "anti-arte", pues ya se había negado tajantemente con anterioridad a colaborar con las nuevas autoridades cuando le ofrecieron ser miembro del Comité Honorario de Artistas Noruegos.
Sin embargo, esas fuerzas le flaquearon al anciano tras confiscarle las autoridades militares de ocupación su propiedad en Hvitsten en 1943, y hacerle sacar todas sus pinturas, dibujos, grabados que allí había ido acumulando con los años.
Tampoco ayudó saber de los fusilamientos de jóvenes y ancianos en Akershus, la fortaleza militar en la que había trabajado su padre de médico cuando era pequeño.
Tal y como su viejo amigo el periodista Christian Gierløff escribió sobre su funeral, por supuesto un testimonio que sólo pudo dar y ver publicado en 1953, tras la guerra, el ataúd abierto de Munch estaba lleno de pequeñas banderas y esvásticas a los lados, y las autoridades consiguieron crear el ambiente que deseaban ese día, "pese a nuestros esfuerzos".
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