FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
En una ocasión tuvo que lidiar con un borracho durante una subasta.
Y en Suiza, hace algunos años, participó de una maratón de subastas donde por cuatro días y con otros tres colegas hicieron sonar el martillo en las pujas.
Esas son solo algunas de las experiencias que ha tenido que vivir en 20 años como subastador formado en la Casa Christie’s Benjamin Creutzfeldt, quien estuvo en Medellín durante la subasta de arte de Timebag.
El carismático martillo, forma en la que también llaman a quienes dirigen las subastas, habló con EL COLOMBIANO sobre su trabajo, los trucos de su labor y la necesidad de que esta actividad crezca.
¿Qué hay que estudiar para ser martillo?
“Yo soy sinólogo, es decir, estudié el idioma chino, su antigüedad y su cultura, para luego prepararme en historia del arte. De allí viene mi dedicación al arte y mi llegada a la Casa Christie’s, donde me formaron como martillo. Fue como una especialización, si lo comparamos con la formación universitaria. Allí me entrenaron en drama, en actuación, en manejo de la voz, pero también hubo números y seguí fortaleciendo todo mi conocimiento en China, Asia y el Pacífico”.
¿Está preparado para subastar cualquier cosa?
“Estoy enfocado en el arte y las antigüedades: pinturas, muebles, porcelana, aunque una vez en Bogotá subasté carros y en el sur de Alemania participé en una subasta por trenes a escala coleccionables. Lo que no me atrevo a subastar es ganado o inmuebles, ya que son actividades con un ritmo y manejo diferentes a lo que hago”.
¿Cuáles son las habilidades que debe tener un buen subastador?
“El martillo es como un director de orquesta, excepto que nadie más conoce la partitura (risas). Debe ser carismático y reaccionar con velocidad. Soy como un actor, interpreto un rol donde mis manos hablan y se expresan. En Inglaterra y Estados Unidos nos conocen como showmasters”.
Hablemos del martillo, esa herramienta con la que golpea el atril cuando algo se vende...
“Mi martillo lo tengo desde hace casi 20 años. Me lo fabricaron unos ebanistas en Londres que se especializan en estos elementos. Es una combinación de maderas de rosa y pera. No recuerdo bien, pero creo que me costó unas 100 libras. Es un martillo clásico que lo uso sin base. No me gustan las bases”.
¿Y la vestimenta?
“Siempre visto de saco y corbata, aunque aquí en Medellín con el calor que hace no aguanto mucho con ella puesta (risas). La idea es que los martillos vistamos sobrios. Debemos llamar la atención, pero con nuestro rol no por la ropa que usamos. La subasta es por el arte no por mi”.
¿Cómo se prepara para una subasta?
“Si tengo la oportunidad me retiro antes de la subasta a un lugar tranquilo por 15 minutos a hacer ejercicios de cara y de pulmón. No es que vaya a cantar, pero sí a hablar por media hora seguida. Algunos colegas, por ejemplo de los que trabajan en Nueva York donde se está vendiendo 120 millones de dólares, se retiran y meditan, lo que les da concentración y ayuda a no cometer errores”.
¿Alguna subasta que
recuerde en particular?
“Tengo recuerdos de muchas, pero la que hice por primera vez con la casa de subastas Bogotá Auctions que fundé, me pareció muy importante porque aunque en el país no hay todavía una cultura de estas casas de subastas y estas actividades, nos fue muy bien”.
Qué falta en Colombia para que haya un mayor crecimiento de las subastas de arte y antigüedades?
“Hay varias razones, pero quiero enfocarme en tres que son barreras de este tipo de subastas. Primero, la gente por la situación en el país no está muy animada ahora para mostrar cuánto dinero tiene y menos comprando obras de 15 mil dólares, por ejemplo.
Segundo, la legislación colombiana, que hace casi imposible importar o exportar arte. Hay un control muy fuerte que en mi opinión no es el adecuado.
Y por último también están los bancos, que desconfían de giros que lleguen de otros países por obras de arte.
Operamos en un lugar donde todavía no están acostumbrados a este tipo de actividades”.
Por último, ¿cuál ha sido el valor de la obra más costosa que ha vendido?
“Fue de unos 55.000 dólares”.
Fuente
http://www.elcolombiano.com
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