Historia de la crítica de arte de Lionello Venturi (Editorial Lumen. Barcelona 2004)
POR ÓSCAR GONZÁLEZ HERNÁNDEZ ·
Hay, en este libro de Venturi, un intento bastante considerable de demostrar que existe una relación, inclusive extraordinariamente coherente y ordenada, entre los que hacen el arte, o sea los artistas, y los que hablan de él, o sea los historiadores y los críticos. Y que esa relación es inextricable, lo cual indicaría que unos necesitarían siempre y en todo momento de los otros. En esa dimensión, el arte necesita del artista y del crítico, para poder existir, para que haya una historia y para que esta sea coincidente.
Es claro que el hecho que se releva con mayor trascendencia, con mayor importancia, es el de la fantasía. La fantasía es para decirlo de alguna manera, el principio y el fin del arte, porque en ella caben la intuición y la razón, la forma y el tema, la medida y el exceso, la proporción y aquello que no lo tiene como ideal y como realidad. La fantasía es la que hace el arte, la razón es la que lo domina y lo condensa. No hay arte sin que esto se dé.
Otro de los elementos que es necesario considerar es aquel que se instala de manera concluyente: el de la mimesis, o de la imitación. El arte imita la naturaleza e imita la realidad. En esa condición se resuelve y se realiza.
En el mismo orden de cosas, lo esencial es también, la formación y la preparación del artista. Es evidente, que no todos podían ser artistas. Había temperatura en esa decisión, que resultaba, sin duda, condenatoria. El artista como un condenado por aquella decisión. Eso domina asimismo el momento histórico.
También se da una relación entre lo divino y lo profano. El arte como lo profano, lo que hacen los hombres y lo divino, lo que el hombre hace y construye con la mediación y la intervención de Dios. Y se nos recalca el sentido místico del arte, lo divino, lo hermético. El artista, entonces como un ser que está más allá de toda realidad y es superior: el Genio. Tema que se mantendrá, como constante, hasta la modernidad, sin cambios muy esenciales.
En Venturi, hay una preponderancia muy contundente en la medida en que se da una relación constante, para y hacia cada momento histórico, por establecer una relación indestructible entre estética y moral, o arte y moral. El arte es un instrumento para hablar de esa moral, porque intenta y busca la verdad. El arte más que la relación con una estética es la relación con una moral, con una verdad y con unos principios.
La historia del arte, era y es la historia de los artistas, de lo que ellos hacen y de lo que dicen. Como en Cennini, por decirlo de una manera, cuando explica y releva la trascendencia de Giotto. Eso indica que un artista determina un momento de la historia, y ocurre aquí cuando Cennini, hace su “Libro del Arte” (En el inicio, cuando Dios omnipotente creó el cielo y la tierra, por encima de todos los animales y elementos, creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, dotándolos de todas las virtudes…”. Apoyado en el contacto que tiene con los cuadros de Giotto. (“La base del arte reside en el dibujo y el color”). La historia del arte es la vida de los artistas y no tanto su técnica.
Totalmente básico el hecho en el cual se establece, una necesidad de inscribir las llamadas por Venturi, antinomias, en las que se basó y quizá se basa la crítica de arte: racionalidad e irracionalidad, bello y feo, finito y no finito, forma y color, acabado e inacabado, etc. Y sobre estos principios, en los cuáles se apoya sutilmente la crítica de arte, hay un continuumhistórico, para decirlo con Massimo Cacciari.
Observamos que, en el hilo del texto de Venturi, se revela también que había, históricamente considerada, una intención de hallar el arte o las artes más importantes, y de mantener entre ellas un constante enfrentamiento. Es por aquello que Venturi concreta al hablar de Filodemo: “Con lo cual no sólo se afirma la independencia del arte con respecto al contenido, sino también a la distinción entre la invención del motivo y la creación artística“.
El hecho de que se daban también una condición y una característica de la crítica de arte, aquellas que concordaban con el hecho de la crítica literaria de las obras, de su intención de describirlas y al describirlas hacer la crítica. Indica Venturi: “… método de la crítica de arte fue el de la descripción literaria de las obras. Los versos de Homero sobre el escudo de Aquiles.“. Y es necesario considerar como este tema lo trata Lessing en su Laooconte o sobre los límites en la pintura y la poesía (1985, Ediciones Orbis), al hablar del escudo de Eneas, en la Eneida de Virgilio: “Cuando Virgilio describe el escudo de Eneas, imita, en la primera acepción de la palabra, al artista que ha hecho este escudo. La obra de arte, y no lo que representa, es el objeto de su imitación, y aunque describa al mismo tiempo las figuras que se ven representadas en el escudo, nos las describe como formando parte de éste y no como objeto en sí mismo (…)”. O sea, que no solamente es describir, sino también interpretar, hacer una hermenéutica.
En este libro de Venturi, se muestra la evolución y desarrollo del arte y de la crítica de arte, en la medida en que los artistas y los críticos del presente, del presente del que habla Venturi, se muestran interesados por el pasado, por extraer del pasado elementos que le sean esenciales. A la vez, la tensión necesaria para cambiarlos es el resultado de una transformación, y esto muestra que es muy poco o nada lo que se imita. Esta imitación no es la de la mímesis, es la imitación como la concebimos ahora. Imitar un estilo, quiero decir.
El artista y su vida, son importantes; el arte que hace también: “Los artistas contemporáneos son comparados (…) a los artistas de la antigüedad, y de dicha confrontación surge el primer esbozo de la historia no solo de los artistas, sino también de las épocas histórico-artistícas“. Eso indica que hay una continuidad, un desarrollo y una evolución, pero que se apoyan en el pasado, que el pasado es lo que hace que cada uno de ellos pueda ser artista y que se forme como artista y como historiador. No hay historia sin pasado y sin presente.
Es preponderante el hecho de procurar en el texto una constante relación para mostrar que son evidentes un cambio, una evolución y un desarrollo, en lo que concierne a las posiciones que se tienen sobre el arte, o sea, una dialéctica, por decir: Platón y Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, san Agustín y santo Tomás de Aquino, etc. Cada uno observaba el arte de una manera y desde allí se pronunciaba. No hay pues un totalitarismo tendencioso, que tienda a establecer una única manera de ver el arte y de considerarlo. Es una importante muestra de libertad. Esto demuestra que no hay arte totalitario, ni maneras de hacerlo totalitarias, sino que son el resultado de la eclosión de la necesidad de cada artista, o de cada ser humano que hace arte y que habla de él. La coincidencia sin embargo está en la turbación. Es una coincidencia turbadora.
Notas:
Brecht, Bertolt. El compromiso en el arte y la literatura. Barcelona. Ediciones Península, 1994.
Cennini, Cennino. El libro del arte. Madrid. Ediciones Akal, 1988.
Cacciari, Mássimo. Desde Nietzsche. Tiempo, arte y política. Buenos Aires. Editorial Biblos, 1994.
Lessing, Gotthold Efraim. Laocoonte o sobre los límites en la pintura y la poesía. Madrid. Ediciones Orbis, 1985.
Argan, Giulio Carlo. Proyecto y destino. Caracas. Ediciones de la Universidad Central de Venezuela, 1969.
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